Los edificios y la plaza del foro debieron conformar un paisaje dotado de obras propias del arte estatal y de estatuas religiosas y honoríficas de las cuales, apenas han subsistido unos cuantos restos fragmentados y descontextualizados. El programa estatuario, indisociable del epigráfico, debió estar constituido por representaciones de miembros de la casa imperial, patronos y magistrados. Así, los pedestales procedentes de esta zona, como los de Antonino Pío o Iulia Auita Mamea, habrían de acompañarse de estatuas imperiales.

     De un modo u otro, Cartagena conserva algunos testimonios arqueológicos y figurativos relacionados con el nuevo culto estatal, que pronto debió instaurarse en la ciudad. Los ciudadanos accedían a una especie de comunión con el monarca por medio de la contemplación de estas imágenes, dispuestas en los grandes espacios y edificios públicos de la colonia. Todo quedaba al servicio de la propaganda del poder, de tal forma que cualquier elemento era susceptible de ser utilizado para su plasmación. Podemos verlo así en las antefijas que coronaban la techumbre del Augusteum, cuya iconografía, marcada por la presencia de máscaras teatrales y Victorias portadoras de trofeos, flanqueadas por Capricornios, se vincula al mismo triunfo de Augusto en Actium. En cualquier caso, el mejor testimonio de este arte estatal es la escultura de togado recientemente recuperada en la curia, edificio situado en la esquina nororiental de la plaza forense.