Mosaico romano de la catedral antigua de Cartagena
Mosaico romano de la catedral antigua de Cartagena
   Quién escribe

    La información pública tuvo que esperar, a lo que parece, varios años, y se debió a Francisco de Paula Oliver Rolandi. De una de las familias cartageneras de más abolengo, era apenas un muchacho de dieciséis años cuando el mosaico fue des-cubierto. Por las relaciones amistosas de su familia con Carlos Mancha debió conocer de primera mano los resultados de la excavación, que despertaron su interés.

    Inició estudios de arquitectura en Madrid y desde 1882, mientras seguía sus estudios, comenzó a recopilar datos sobre el templo de la Asunción y la excavación de 1877 con vistas a preparar un ejercicio a presentar en la Escuela de Arquitectura de Madrid. Sobre ese trabajo publicó un artículo en 1883, justo después de la muerte de González Huarque, en la revista La Ilustración Española y Americana, dedicado exclusivamente al mosaico descubierto, y un pequeño libro en 1886, Un Monumento Histórico. Descripción de la antigua catedral del obispado de Cartagena, con una edición muy limitada.

    Qué escribe

    Su texto fue el primer estudio moderno y completo del templo sobre unas bases sólidas, aunque muestra a las claras la juventud del autor, lo que le lleva a aceptar como demostradas hipótesis con una base muy endeble. La descripción del templo es bastante ajustada para el periodo tardomedieval y moderno. Pero cuando habla de los periodos más antiguos sus tesis se hacen mucho más débiles, como por ejemplo cuando trata de demostrar una fase bizantina en la construcción de la iglesia.

    En cuanto al mosaico, que fecha en los siglos I-II d.C., su relación con el templo la basa en una elaborada construcción histórica totalmente especulativa. Si Santiago evangelizó Cartagena -lo que acepta sin ningún sentido crítico- tuvo que fundar una sede episcopal. Si a finales del siglo III Cartagena se convirtió en capital de la provincia cartaginense, es que ese obispo era metropolitano -sin detenerse a considerar que los metropolitanos no aparecen hasta al menos el siglo V o más tarde-. Luego por tanto, tuvo que existir una catedral en Cartagena entre el siglo I y el III. Si además en época bizantina se levantó una basílica, tendría que estar situada donde la tradición situaría esa hipotética catedral, destruida por los vándalos en el siglo V. Por tanto el mosaico tendría que corresponder al pavimento de la basílica original del siglo I o el II.

    Obviamente ese razonamiento histórico, apoyado sobre elucubraciones y hechos aceptados sin ningún tipo de fuente textual o resto material, no tuvo ninguna repercusión académica. Pero la obra es sumamente interesante como análisis sociológico de la reacción del catolicismo localista cartagenero, ante lo que se entendía como el abandono injustificado de un descubrimiento arqueológico de primer nivel.

    ''Después de tropezar con el mosaico se debía de haber tratado de averiguar a qué pudo pertenecer y después de llegarse a convencer que por ejemplo fue una iglesia cristiana y no un templo pagano o un palacio particular, tratar de restaurar sus formas por entero con los datos ya encontrados y entonces haber seguido las excavaciones en los puntos que hubieran designado los autores de este trabajo. Pero ya decimos la precipitación con que entonces se obró, perdonable por los vivos deseos de averiguar por entero lo que pudo ser, hicieron que en aquella época fracasasen todos los trabajos verificados.''

    La crítica a las autoridades locales no pasa más allá, y sus errores los atribuye a la falta de recursos económicos suficientes para realizar un estudio amplio y serio de los restos hallados bajo el templo. Las críticas más duras se dirigen hacia las autoridades culturales nacionales, a las que se acusa del abandono y ninguneo al que se reduce a la ciudad, para Oliver más flagrante ante la importancia capital que tiene lo que considera el descubrimiento de un edificio cristiano del siglo I.

    ''Si yo no me equivoco, si esto es la planta de una basílica cristiana, tiene grandísima importancia el tal descubrimiento, pues en ninguna parte del mundo, como no sea la Iglesia de San Clemente, en Roma, se han podido descubrir señales tan claras y evidentes como estas de tan primitivas construcciones del arte cristiano... la insuficiencia de una suscripción popular... que a más de luchar con sus pobrísimos recursos tenía que hacerlo con la indiferencia del Cabildo, a quien correspondía la iniciativa en tan importante cuestión... han sido causas más que suficientes para que estas excavaciones continúen en el mismo o peor estado que hace algunos años... No es un cargo el que voy a dirigir a la comisión de Monumentos de esta provincia; pero es muy de extrañar que dado su celo en otras cuestiones, no se haya llamado la atención de la Academia de San Fernando ni sobre la iglesia que tal tesoro encierra, ni sobre la torre ciega, monumento de época romana, ni sobre el castillo de la Concepción, también de construcción romana... ni por ninguno de los muchos monumentos que Cartagena ostenta como gloriosos timbres de su antigüedad indisputable.''

    Vemos aquí todos los argumentos del cartagenerismo -la hostilidad del obispado, el abandono de las autoridades provinciales, la falta de recursos locales-, pero como era habitual en otros asuntos, las invectivas del joven Oliver no llegaron a ningún lugar. Hizo un nuevo intento en 1890, presentando una memoria para que la iglesia fuera declarada Monumento Histórico-Artístico, sin éxito. Las excavaciones no se continuaron, y el templo permaneció en estado ruinoso, manteniendo un culto irregular centrado en las capillas de la nave sur.

   Una nueva tradición

    La hipótesis de Oliver Rolandi tuvo como primera consecuencia el desarrollo de un nuevo elemento dentro de las leyendas y mitos que sobre la predicación de Santiago en Cartagena se habían ido creando en la ciudad desde finales del siglo XVII. Por un lado, complementaba la acción jacobea con la imagen de un grupo de cristianos en torno a un oratorio muy antiguo, al mismo tiempo que daba al mito un elemento material, el mosaico romano, que permitía usar un aspecto arqueológico-científico en la argumentación de la tradición. El mosaico romano y la noticia de la existencia de una basílica cristiana del periodo romano de la ciudad fueron arraigando paulatinamente en la mitología de la ciudad, convirtiéndose lentamente en otro aspecto de la tradición cristiana cartagenera.

    Hacia fines de siglo el interés sobre el templo aumentó, y crecieron las demandas de una consolidación y restauración. En 1899 comenzó un nuevo proceso de concienciación para recuperar el edificio, amenazado por la ruina total. Los hipotéticos orígenes jacobeos estaban ya arraigados en la conciencia de la élite católica local, como demuestra la petición dirigida por el arcipreste Martínez Pérez al Ayuntamiento en demanda de ayuda económica, en la que la teoría de Oliver, aun sin referirse específicamente a ella, está claramente presente:

    ''Conocido por todos es, que al difundirse la Fe Cristiana por el suelo patrio, hizo en Cartagena sus primeros gloriosos albores y que se remonta a los primeros años de la Iglesia el origen de nuestra catolicidad. En ese mismo sitio que hoy ocupa el templo de la Asunción, alzose, en el primer siglo de la Era Cristiana, un templo al verdadero Dios, glorioso testimonio de la fe de muchos padres, que ha resistido la acción destructora de los tiempos, gracias a la constante piedad de las almas cristianas, que reedificando unas veces y restaurando otras y velando siempre por el decoro de tan sagrado lugar ha hecho que por espacio de tantos siglos se ofrezca indefectiblemente el Santo Sacrificio en el mismo sitio en que los primeros fieles lo ofrecieron.'' Instancia sobre la Urgencia de la reparación del templo de la Asunción, Archivo Municipal de Cartagena, Culto y clero, caja 151.

    Nueva restauración

    La respuesta del Municipio, embarcado en la tarea paralela de levantar un nuevo ayuntamiento, fue la de aprobar, por 16 votos a 5, la concesión de un subsidio de 3.000 pesetas. Las obras fueron iniciadas en 1902, y la restauración, diseñada por Victor Beltrí en un estilo neorrománico al exterior y neogótico en el interior, concluyeron en 1904. El mosaico fue protegido con la construcción de la pequeña cripta-capilla que permitió el acceso público hasta los años noventa.

    A pesar de ello, la noticia del mosaico no arraigó en la población cartagenera, y aunque conocido y citado por diversos autores, no llegó a convertirse en un tema popular, por cuanto que era una noticia muy reciente, sin el sostén de una tradición antigua, en una ciudad como Cartagena cada vez más apartada de la práctica eclesial a lo largo del primer tercio del siglo XX, y donde las viejas tradiciones piadosas eran arrinconadas por la élite cultural como mitos sin ninguna base histórica.

    Reflejos en los eruditos locales

    A principios de siglo las ideas de Oliver fueron apoyadas explícitamente por Manuel Fernández Villamarzo, que incluye a la basílica cristiana del siglo I entre los grandes monumentos romanos de la ciudad, siguiendo a su amigo Oliver: ''El señor Oliver ha encontrado la planta de la Basílica cristiana, ocho metros por bajo del piso de la catedral, y de una manera científica y a nuestro parecer muy acertada, deduce sus afirmaciones sobre la presencia y significación de la casa de oración cristiana...''

    En general las líneas de Fernández-Villamarzo sobre la hipótesis de Oliver tienden a corroborarla, aunque no puede evitar caer en la evidente tautología de considerar la existencia de esa basílica como prueba de la evangelización de Santiago en Cartagena: ''Si, según la opinión del Sr. Oliver, la antedicha basílica fue construida en el primer siglo del Cristianismo, sería un indicio más que abonaría la tradición cartagenera del desembarque del apóstol Santiago en dicho punto...''

    Con lo que entramos en la base de toda la erudición local del siglo XX sobre la evangelización de Santiago: la basílica del siglo I demuestra la evangelización, la evangelización permite atribuir el mosaico a una construcción cristiana del siglo I. Autores posteriores, como Federico Casal, incidirán en ese punto a la hora tanto de ilustrar los presuntos orígenes antiquísimos del templo de la Asunción como defender la veracidad histórica de la evangelización de Santiago: ''Otro grandioso edificio hubo en Cartagena levantado en los primeros siglos de nuestra Era. Me refiero a la Basílica Romana erigida poco después de haber prendido la luz del cristianismo encendida en esta ciudad por el glorioso Apóstol Santiago.''

    La Guerra Civil significó la definitiva ruina del templo. Las destrucciones, debidas tanto al vandalismo anti-clerical como a los bombardeos, causaron el total hundimiento de las cubiertas, excepto de las capillas adosadas a la roca del monte, y la caída de gran parte de los muros norte y este, quedando la iglesia reducida en su mayor parte a escombros. No hubo, tras el final de la guerra, intentos serios por volver a reconstruirla.

   Eduardo Cañabete

    Pero su papel como depositaria de muchas de las tradiciones locales sobre el cristianismo cartagenero continuó intacto. En los años cincuenta, en medio del proceso de reviviscencia de las tradiciones religiosas que se desarrolló en la posguerra, y del predominio de la Iglesia en la vida local, volvió a reaparecer el interés por el estudio del subsuelo del templo. En ese ambiente aparece la obra del cronista Eduardo Cañabate Navarro. Continuador de la obra de Casal, Cañabate escribió una Historia de Cartagena, publicada en 1955, en la que el tema de las antigüedades cristianas tiene un papel esencial. Dentro de ese punto de vista, el mosaico romano de la ''Catedral Antigua'' se convierte en un argumento central, sobre todo como elemento probatorio de la tradición jacobea, ''Si según la opinión del Sr. Oliver la antedicha basílica fue construida en el primer siglo del cristianismo, sería un indicio más que abonaría la tradición carta-genera del desembarque del Apóstol Santiago en ese puerto..''. Historia de Cartagena desde su fundación a la monarquía de Alfonso XIII.

    Por lo demás Cañabate sigue los pasos de Oliver y Fernández Villamarzo a la hora de establecer la relación entre mosaico y ''Catedral Antigua'', que presenta como indudable. La obra de Cañabate fue esencial en el proceso de desarrollo de la imagen de una catedral jacobea del siglo I, por cuanto que su libro, con reediciones en 1971 y 1973, pasó a ser la síntesis histórica de la ciudad más popular y con mayor difusión hasta entonces.

    De hecho, podríamos decir que fue Cañabate el auténtico ''creador'' del mito, sobre todo tras una conferencia sobre la ''Catedral'' el 12 de febrero de 1970, publicada posteriormente. Suyo fue uno de los impulsos fundamentales que llevaron a las excavaciones de 1958, a las que más adelante nos referiremos, y a arraigar en parte de la conciencia pública cartagenera la idea de que su ''catedral'' tenía unos orígenes apostólicos. Estas ideas tuvieron su plasmación en el entrañable cartel que, en la Cuesta de la Baronesa, informaba de la existencia de una catedral del siglo I, que tanta perplejidad causó en muchos visitantes.

    Durante los años ochenta y noventa, sin embargo, la atribución de la catedral a una acción apostólica languideció entre el desinterés popular, sostenido sólo por la secular queja local sobre el ''ninguneo'' de la ciudad por las autoridades eclesiales y políticas de Murcia. Algunos grupos sociales y políticos siguieron manteniendo la cuestión de la catedral del siglo I dentro del memorial de agravios contra Cartagena, incluido en el tema de la sede episcopal perdida, pero nunca pasó de ser una mención marginal, hasta que al final del siglo XX se produjo una cierta reviviscencia religiosa en la ciudad, sobre todo desde el momento que el obispo Azagra recuperó la denominación de Cartagena para la diócesis.

   Al compás del teatro romano, recuperación de ideas anteriores

    Al compás del descubrimiento del teatro romano, se comenzó a plantear la recuperación y rehabilitación de la ''catedral'' como centro religioso, y se retomó la imagen de la basílica del siglo I como estandarte de esa campaña. Desde el obispado se comienza a revisar la tradición jacobea de la ciudad como imagen espiritual del cristianismo cartagenero, tal y como se plantea con los jubileos concedidos a los cultos y tradiciones locales de ciudades como Caravaca, Totana o Jumilla. Esto se vio confirmado con el gesto del obispo Roig Pla, en otoño de 2005, al entrar en su nueva diócesis desembarcando en el puerto de Santa Lucía, en conmemoración explícita de la evangelización jacobea.

    Paralelamente a este interés episcopal, que desgraciadamente parece llegar con un siglo de retraso, apareció un movimiento de inspiración local, articulado en torno a la Plataforma Virgen de la Caridad, que defiende con cierta vehemencia la recuperación del templo de la Asunción dentro de los proyectos de rehabilitación del espacio del Teatro Romano, y cuyo principal exponente es la publicación, en 2003, del libro de Milagros Viqueira Madrid Santa María la Mayor, catedral de Cartagena, donde se recogen, sin demasiado espíritu crítico, todas las noticias y tradiciones cartageneras en torno al origen del cristianismo en la ciudad y sus vicisitudes históricas, tratando de crear argumentos históricos en apoyo de las peticiones de una recuperación total del templo, desacralizado desde principios de los años noventa e incluido dentro de los proyectos diseñados por Rafael Moneo para la adecuación funcional del espacio que rodea al Teatro Romano.

    Sin embargo, estos esfuerzos parecen un poco tardíos. Tras más de un siglo desde el descubrimiento del mosaico, la ciencia histórica está hoy en condiciones de desentrañar casi totalmente el problema de la evolución del espacio ocupado por la ''Catedral Antigua''.