En estos días en que Cartagena celebra sus fiestas de Cartagineses y Romanos, es buen momento para recordar la época en la que nuestra ciudad fue uno de los lugares en los que se decidió el curso de la historia del mundo, y se convirtió, durante unos años, en el centro de atención del mundo civilizado en la Antigüedad.

    En aquellos días, a finales del siglo III antes de Cristo, la recién fundada ciudad de Cartagena fue la capital de un estado embrionario, que durante algún tiempo parecía predestinado a convertirse en el principal poder del extremo occidente mediterráneo, en la potencia hegemónica de la Península Ibérica. Ese estado fue el Reino Bárquida de Cartagena. Los acontecimientos posteriores causaron el derrumbe de esas expectativas, pero no sin dejar una huella en la Historia.

    Fuentes

    Las fuentes disponibles sobre los acontecimientos en la Península Ibérica a fines del siglo III antes de Cristo son abundantes, pero no todo lo precisas que desearíamos.

    La principal es, sin discusión, obra de Polibio de Megalópolis, historiador griego de mediados del siglo II antes de Cristo. Tuvo acceso directo a las fuentes de información más importantes, incluidos los archivos oficiales romanos, visitó personalmente los lugares donde se desarrolló el conflicto entre cartagineses y romanos, y como historiador fue escrupuloso y exhaustivo. Su obra tuvo una enorme trascendencia en los autores posteriores, en los que influyó en gran medidas con sus opiniones. Desgraciadamente muchas de esas opiniones eran parciales, subordinadas a sus ideas políticas, y en algunos puntos claves creó premisas inciertas que todavía siguen teniendo un papel en la visión de los acontecimientos. Discutiremos más adelante algunas de ellas.

    La segunda fuente fundamental es la monumental Historia de Roma de Tito Livio, autor romano de finales del siglo I antes de Cristo. Menos cuidadoso que Polibio, y mucho más parcial que él, su valor viene del hecho de que conservamos una narración continua y pormenorizada de los hechos a partir de 221, lo que lo hace indispensable, aunque presenta problemas tanto cronológicos como geográficos.

    Otros autores son fuentes complementarias, aunque de un gran valor. Diodoro de Sicilia, autor griego del siglo I antes de Cristo, nos da fragmentos preciosos sobre los primeros tiempos de los bárquidas en España. Apiano, un egipcio helenizado del siglo II después de Cristo nos da información adicional, aunque muchas veces inexacta y descuidada. Existen otras fuentes menores, como Cornelio Nepote, Silio Itálico, Zonaras, Dión Casio, Orosio... que son más tardías.

Augusto Prego de Lis

Revista Cartagena histórica, nº 13