El año 425 Cartagena sufrió el saqueo de los vándalos. Hubo sin duda violencia y destrucción, pero no tuvo las dramáticas consecuencias que durante mucho tiempo se describieron. Ya antes del asalto Cartagena había mostrado claros signos de decadencia, desde el siglo I, con el cierre de las minas y el establecimiento de la capitalidad provincial en Tarragona. Ni siquiera la posible conversión en capital de la provincia Cartaginense, a finales del siglo III, parece haber supuesto una recuperación.

    Tras la caída del Imperio Romano de Occidente, toda Hispania pasa a manos de los visigodos. Sin embargo, el superviviente Imperio Bizantino de Oriente inicia una campaña de reconquistas por el Mediterráneo y el Norte de África al objeto de recuperar la hegemonía del Imperio sobre todo el Mare Nostrum.

    Son escasos los vestigios conservados de la Cartagena Bizantina. La ciudad debió ser reconstruida y reamurallada, pero se mantuvo en manos bizantinas durante un corto período de tiempo, puesto que a partir del reinado del rey visigodo Leovigildo (568-586), los visigodos comienzan a arrebatar a los bizantinos sendas porciones de la provincia carthaginensis. En el año 622 el rey visigodo Suintila toma la ciudad de Cartagena.

Augusto Prego de Lis

Revista Cartagena histórica, nº 17


    Nota. Lo que en la fecha de publicación del presente artículo se consideraba como muralla bizantina, tras la ampliación de los trabajos realizados posteriormente, hoy en día se sabe que son restos del teatro romano.