La música romana

    La música era un elemento importante en la vida cotidiana de Carthago Nova, amenizaba sus fiestas y espectáculos, animaba a las legiones en la batalla, relajaba los ánimos en el hogar y asaltaba a los transeúntes en las calles de la mano de músicos callejeros enmascarados.

    Los romanos adaptaron las teorías musicales de los griegos, haciéndolas suyas, al tiempo que tomaban los instrumentos de esta cultura y de la etrusca. No obstante, destacaron en la elaboración de una especie de órgano hidráulico (hidraulis), así como de variedad de tipos de trompeta, debido a que conocían el arte del torneado de los metales.

    Músicos virtuosos acompañados de bailarinas amenizaban las fiestas romanas, mientras los esclavos servían entre los comensales bandejas repletas de manjares. La música también tenía un papel importante en las representaciones teatrales, donde las partes cantadas eran acompañadas de tibiae (oboe) y durante los intermedios los tocadores de tibia (tibicen) entretenían a los espectadores con interludios musicales.

    Las calles de Carthago Nova debieron asistir al ritmo ambulante de los músicos callejeros, quienes animaban la ciudad con sus máscaras, melodías y pantomimas, mientras los ioculatores y acróbatas divertían a los transeúntes con sus icous, juegos acrobáticos y musicales.

    Generalmente, los músicos callejeros tocaban los cymbalos (platillos metálicos), el pandero (tympanon) y los aulos; mientras que en los ámbitos domésticos eran más comunes los instrumentos de cuerda relacionados con los recitales de poseía, tales como la cytara (lira). En los banquetes, por su parte, eran habituales las mujeres desnudas tocando aulos (flauta doble), mientras que en el ámbito militar el cornus, trompeta circular de gran tamaño reforzada con una barra metálica, era el instrumento principal.

     Juegos

    Los romanos eran grandes aficionados a los juegos estratégicos y de azar, a pesar de que estos últimos se encontraban prohibidos por la ley romana. Eran populares los juegos con tablero, fichas y dados; cuando no disponían de tablero improvisaban haciendo unas rayas en el suelo o esgrafiándolo en piedras o tegulae.

    Un juego de estrategia de gran éxito en la época era el denominado 'ludus latrunculorum', similar a las damas o el ajedrez.

    Para decidir en los juegos de tablero qué participante iniciaba la partida, los romanos lanzaban una moneda al aire, tal y como hacemos en la actualidad con el 'cara y cruz'.

    También se encontraba muy extendido entre los romanos el juego de las tabas (tali), puesto que ofrecía numerosas posibilidades y combinaciones. Era posible jugar al par-impar, que consistía en adivinar el número de piezas que el adversario tenía en la mano, al tiempo que se podían utilizar como canicas o dados.

    En Cartagena se han hallado vestigios de este tipo de actividades lúdicas romanas, tales como fichas (calculus) y dados (tessera), actualmente expuestos en el Museo Arqueológico de la ciudad.

    Los espectáculos en anfiteatros, teatros y circos

    Entre las actividades de ocio preferidas por los romanos se encuentra, sin lugar a dudas, la trilogía del entretenimiento: luchas de gladiadores, representaciones teatrales y espectáculos circenses.

    En la arena del Anfiteatro de Carthago Nova se celebraban numerosos espectáculos, juegos en los que intervenían fieras (venationes), batallas navales (naumaquias) o representaciones de mitos griegos. Sin embargo, eran los munera gladiatorum o luchas de gladiadores los espectáculos más solicitados por el público.

    Aunque existieron munera organizados con afán de lucro, se entendía que los juegos era una concesión de los ricos y poderosos hacia sus conciudadanos. No se impedía la entrada a esclavos, mujeres y niños, pero eran los hombres de las clases privilegiadas quienes ocupaban, ataviados con túnica negra, las gradas más cercanas a la arena.

    Estos espectáculos podían durar varios días, con interludios animados por sorteos y atracciones menores

    Los teatros y representaciones teatrales se convirtieron en elementos habituales de la vida urbana durante el Alto Imperio. En la escena del Teatro de Carthago Nova se representaban comedias, tragedias, farsas y pantomimas, encarnadas por actores dirigidos por sus jefes de compañía, ataviados con máscaras trágicas o cómicas. El color de la máscara identificaba el sexo del personaje y el de la ropa, su edad y condición social.

    Los espectáculos circenses, por su parte, también fueron frecuentes en las ciudades romanas, siendo los más solicitados las carreras de carros y caballos. A juzgar por la información arqueológica disponible, su difusión en Hispania parece ser inferior a la del teatro y los espectáculos propios del Anfiteatro.