Extracción

  Diversos inventos han facilitado desde época romana la extracción del mineral desde las profundidades de la tierra hasta la superficie. Desde los más primitivos y rudimentarios tornos de la cultura itálica hasta sofisticados castilletes modernistas, artilugios de todos los tamaños y potencias ayudaron en la labor extractiva de la Sierra Minera.

  Dentro de estos sistemas se dieron dos modalidades, dependiendo de la fuerza motriz necesaria para accionarlos: a sangre (tracción animal) y mecánicos (tracción mecánica). En el primer grupo, a sangre, destacan el torno y el malacate. El torno de mano o torno de masa consiste en un armazón de madera, que sostiene una pieza en forma de cilindro horizontal con dos manivelas insertas en sus extremos, accionadas por dos hombres. Esta pieza central quedaba situada sobre el pozo minero y en ella se enrollaba una cuerda, que permitía introducir o extraer del subsuelo minerales y mineros.

  El segundo ingenio dentro del grupo de modelos a sangre es el malacate. Los malacates fueron uno de los medios de extracción de mineral y desagüe más utilizados en la minería a lo largo del tiempo. Consistían en un tambor sujeto a un eje vertical, que giraba gracias a la fuerza motriz de un animal, generalmente mulas, burros o caballos. En este tambor se enrollaba una cuerda, moviéndose sus extremos en sentido inverso: mientras uno subía el otro bajaba. En el año 1895 existían en la Sierra Minera de La Unión 583 malacates, aunque la llegada de los castilletes y las máquinas de vapor (posteriormente eléctricas) harían que, a mediados de los años 50' del siglo XX, tan sólo quedaran algunos útiles que se perderían posteriormente.

  En el segundo grupo de los ingenios de extracción, los mecánicos, destacan los castilletes y las máquinas que le daban tracción a estos elementos. Los castilletes eran estructuras que sostenían dos o tres poleas en su parte superior. Mediante estas poleas y cables de diferentes materiales se introducían y extraían mineros o cunas con mineral del interior de la mina. Los materiales utilizados para la elaboración de los castilletes fueron en un principio la madera para las vigas sustentantes y el hierro para las poleas. Estos primeros castilletes disponían básicamente de dos modelos: sencillos (sustentado por cuatro columnas) y dobles (formado por seis columnas). Con el paso del tiempo y el avance de los nuevos materiales constructivos se fue imponiendo el hierro para los castilletes. En un principio sus formas se asemejarían a las de los castilletes dobles de madera, pero con el paso del tiempo adoptarían formas modernistas en minas como Las Matildes o Mina Blanca. El tercer modelo de castillete toma la mampostería como material constructivo para sustentar las poleas. Se trata de un sistema menos vistoso, pero igual de efectivo.

  Para dar tracción a estas estructuras se desarrollaron máquinas que, a través del vapor en los primeros años y la electricidad en el siglo XX, accionaban las poleas de los castilletes. En las máquinas a vapor el carbón calentaba la caldera y el vapor que desprendía hacía funcionar los engranajes. La mayoría de las piezas fueron importadas desde casas inglesas, hasta que entró en funcionamiento La Maquinista del Levante en La Unión y se convirtió en una de las mayores empresas españolas en fabricación de componentes para máquinas a vapor y, posteriormente, eléctricas. Con los años y la aplicación de la electricidad se sustituyeron las primitivas máquinas a vapor por otras eléctricas.  Todas estas piezas quedaban alojadas en una casa de máquinas, ubicada junto al castillete, a escasos metros del pozo principal de la mina.

  Molienda

  La molienda tenía la función de convertir las rocas que se extraían de las minas en arena ínfima, con la que poder realizar las labores de lavado y separación de los minerales o menas de la ganga o inservible. Así, durante los primeros tiempos de la minería moderna este proceso se llevaba a cabo mediante picos y mazos o ayudados por molinos movidos con tracción animal. Con el paso del tiempo, a finales del siglo XIX ya existían grandes tolvas, que molían las rocas para llevarlas a los lavaderos gravimétricos. Finalmente, la minería de mediados del siglo XX y la nueva necesidad de tratar millones de toneladas de material proveniente de las cortas a cielo abierto, hicieron que se avanzara en la molienda del mineral con molinos de bolas ubicados en el interior o cercanías de los lavaderos de flotación diferencial.