Durante el mes de mayo, estuvo la epidemia en su grado máximo, quedando sólo en el Ayuntamiento el Alcalde Orzues de Avellaneda. Los regidores, unos, la mayoría, por haberse ido a otras poblaciones, y otros por haber muerto víctima de la peste. Los enfermos se hallaban sin asistencia médica por haberse marchado los médicos y los farmacéuticos. Los cuatro boticarios que había en la ciudad, uno murió y los otros tres desaparecieron. El cuidado de los enfermos estuvo a cargo de un barbero llamado Salvador Alvarez, quien exponiendo continuamente su vida, los asistía, sangrándoles y curándolos como podía. En todo el mes de mayo, no se celebró ningún cabildo municipal por falta de capitulares y haber fallecido el Alcalde Avellaneda, y la ciudad, sin autoridades, sin médicos ni medicinas, sin víveres y en todo su incremento la peste, fue quizás la única población de España que más padeció durante la memorable epidemia de 1648, de la que fallecieron personajes tan importantes como el lltmo. Sr. D. Juan Vélez de Valdivieso, Obispo de Cartagena, a quien llamaban el Angel de la Caridad y el Corregidor y Justicia Mayor de Murcia, Lorca y Cartagena, D. Martín de la Reina y Velasco, Caballero de la Orden de Calatrava.

    Por fallecimiento del Alcalde Avellaneda, fue nombrado el Licenciado D. Gerónimo de Victoria, y éste pide medicinas al juez Superintendente D. Marcelino de Faria y Guzmán, y el 8 de junio, logra reunir en su casa a los regidores D. Diego de Castañeda, D. Juan del Pozo y D. Lucas Pallarés, y celebran cabildo extraordinario acordando que por cuanto la mayor parte de los vecinos, huyendo del contagio y peste, se han retirado a los campos donde matan carne sin que haya ni haber cuenta ni administración de los derechos, gozando de la comodidad de comerla sin ellos, y en esta ciudad sólo han quedado los pobres y miserables que no han tenido con que salirse, expuestos a la piedad y limosna con que se les socorre y serán desigualdad grande, fuesen de peor calidad ellos y los enfermos, para mayor alivio y para que puedan comer carne con alguna comodidad, se acuerda que se quiten todo género de derechos e imposiciones y que sólo se venda al precio de a real cada libra, igual que en la ciudad de Murcia.

    Entre tanto, la enfermedad seguía su curso, produciendo numerosas víctimas, muchas de ellas, según se decía, por beber agua de pozo por no correr las fuentes públicas, y no pocos los desgraciados que murieron de hambre. El Alcalde obliga al mercader Alejandro Marallán, preste al Ayuntamiento 198 reales, para que Pedro Botija, encargado de las Fuentes, haga correr las aguas de la fuente de San Sebastián. El día 12, el valeroso Alcalde D. Jerónimo de Victoria pide auxilio a varios personajes que, por razón de sus cargos, permanecían en la ciudad y, para ello, provee el siguiente auto:

    «En la ciudad de Cartagena en 12 días de junio del 1648 años, Su Merced el licenciado D. Jerónimo de Victoria, Alcalde Mayor de esta ciudad, dijo, que, como es notorio, todos los caballeros regidores y comisarios nombrados para la guarda del contagio y peste y conservación de la salud, se han ausentado sin que haya sido posible reducirlos a ella y sólo le han asistido para el reparo del daño que ha ocasionado el que se padece en esta ciudad a todas las acciones y prevenciones necesarias para él, D. Juan del Poyo y D. Pedro Segura Vezón, de los cuales, el uno, ha caído herido de la peste y el otro se ha ausentado, con que su merced se halla sólo y carga a su cuidado únicamente el peso de tantos como es preciso tener en el miserable estado en que se ve esta ciudad para el sustento de sus vecinos, curas de enfermos y heridos, limosnas de los muchos pobres que han quedado huérfanos, sacar y enterrar los muertos y otras diligencias y inexcusables para que de todo punto no se arruine esta ciudad ni perezcan los pocos que han quedado en ella, por tanto, pide y ruega a los señores Rodrigo de Moreda, Proveedor de Armadas y Fronteras por S. M. en esta ciudad, D. Diego Bracamonte de Avila, Caballero de la orden de Alcántara y D. Diego Espín Cobacho, que se hallan en esta ciudad, asistan con su merced al gobierno y disposición de todas las materias convenientes y necesarias para el reparo de contagio y peste, firmando las libranzas de lo que se gastare en él y, siendo necesario, de parte de S. M. se le requiera por lo mucho que importa a su real servicio, la conservación de esta plaza y sus reinos y este auto se haga presente a dichos señores, y así la proveyó D. Jerónimo de Victoria».

    No consta si estos caballeros prestaron al Alcalde el auxilio que les reclamaba, pero hay que creer que no, porque bastante harían en tomar cuantas precauciones consideraban convenientes para librarse del contagio y, por otra parte, así lo suponemos, dada la escasez de datos de aquellos terribles y calamitosos meses en que no se celebró cabildo municipal hasta el 20 de junio, día nefasto, en que, en cumplimiento de su deber, fallece atacado por la peste el digno, popular y humanitario Alcalde Mayor, el Licenciado D. Jerónimo de Victoria, y al tener conocimiento de tan sensible desgracia, los regidores que con más frecuencia entraban y salían de la población, D. Diego Bienvengud y D. Ginés Calatayud, se reúnen en la morada de su compañero de Concejo D. Diego Castañeda, quien a la sazón se hallaba convaleciente del mal reinante, celebran cabildo y tratan del estado de la ciudad, sin Corregidor por haber fallecido D. Martín de la Reina, sin Alcalde Mayor por haber muerto aquel día, y todavía no había recibido cristiana sepultura su cadáver, y casi sin regidores porque la mayoría habían sucumbido y que era de imperiosa necesidad proveer dichos cargos para que la ciudad no estuviese abandonada y sin gobierno en aquellos momentos, que, si bien eran angustiosos, se hacía patente la Misericordia de Dios, porque se empezaba a reconocer alguna mejoría, viéndose por las calles muchos convalecientes y urgía atender a los escasamente cien vecinos que se contaban en la ciudad, donde se notaba gran falta de víveres y precisaba nombrar quienes se cuidaran de los enfermos, de los sanos y de los que convalecían. Conforme en todo lo dicho, designaron por Corregidor a D. Diego Bienvengud Feliciano, por Alcalde a D. Andrés Rosique Cáceres, quien falleció a los pocos días, siendo sustituido por D. Luis García Cáceres, y se otorga el cargo de escribano municipal, por un año, a D. Lucas Moreno, dándole comisión para recoger todos los libros, papeles y documentos de los escrib anos que se habían muerto o ausentado.