La civilización griega habitaba la Hélade, un conglomerado de polis o ciudades-estado comprendidas entre los Balcanes y el Mar Mediterráneo (Norte-Sur) y entre el Mar Jónico y la costa de Asia Menor (Oeste-Este). Una parte del pueblo helénico abandonó progresivamente su patria natal debido a la superpoblación, el pequeño tamaño de las polis, la escasa riqueza agrícola del territorio y la monopolización del poder por la clase aristocrática. Esta emigración permitió la colonización griega del Mar Mediterráneo.

     El marinero Kolaios de Samos descubrió, casualmente, las tierras de Tartessos para la civilización griega en el siglo VII a.C., empujado por el viento apeliota o del Este durante una expedición comercial por el Mar Mediterráneo, según relata el historiador Heródoto de Halikarnasos. Los marineros de Kolaios aprovecharon la riqueza de minerales de Tartessos para desarrollar el comercio con las tribus indígenas. Los nautas helénicos regresaron a su patria con un formidable tesoro de 60 talentos. La noticia sobre la riqueza de las tierras de Tartessos se difundió con rapidez en el mundo helénico.

     Los pioneros griegos bautizaron a las tierras comprendidas entre la cordillera de Los Pirineos y el estrecho de Gibraltar con los nombres de Ophiussa (tierra de serpientes), Hespérides (el anochecer, el ocaso = el Occidente) e Iberia. El vocablo Iberia designaba en principio a la región tartésica, bañada por el río Híberus. Los helenos extendieron la denominación de Iberia al resto de España con el desarrollo de la colonización griega.

     Los marinos griegos llegaron a Iberia atraídos, también, por la gran riqueza de su territorio en minerales, tales como el oro, la plata, el bronce, el plomo y el estaño. Los pueblos helénicos fundaron las colonias de Emporion (Ampurias), Rhode (Rosas), Hemeroskopeion (Denia), Akra Leuke (Alicante), Murgis (Mojácar), Mainake (Vélez Málaga) y Portus Mensius en la costa mediterránea durante el siglo VI a.C. En la Región de Murcia, los griegos comerciaron con los habitantes de Mastia (Cartagena) desde sus colonias levantinas. Los colonos helénicos dieron el nombre de Karchedon Nea (Ciudad Nueva) a la importante ciudad de Mastia. 

     Los griegos practicaron el trueque o intercambio en sus relaciones comerciales con los nativos. La cerámica ática (ánforas, platos, cuencos, copas y vajillas) era importada desde la Hélade y gozaba de gran demanda entre los íberos. La cerámica griega formaba parte de las vajillas de lujo de las clases dirigentes en los poblados íberos. Esta cerámica penetró en las regiones íberas de Bastetania y Mastienia por una doble ruta, marítima por el puerto de Mastia y terrestre por el valle del río Segura. Los yacimientos más importantes consisten en restos de cerámica griega, como son los del Cabecico del Tesoro (Murcia), Cabezo del Tío Pío (Archena), Coimbra del Barranco Ancho (Jumilla), El Cigarralejo (Mula), Loma de El Escorial (Los Nietos) y Segunda Diana (La Unión).

  Antonio Gómez-Guillamón Buendía