Ánforas púnicas [Carthago Nova]
Ánforas púnicas
Museo Arqueológico Municipal de Cartagena

Urbanismo

     Aunque resulta comprometido definir la fisonomía de la antigua ciudad púnica, algunas de las excavaciones realizadas en nuestra ciudad, durante los últimos años, nos han permitido contar con una serie de referentes arqueológicos. Algunos son muy significativos y nos sirven para argumentar el inicio de una nueva etapa en la zona del Sureste a partir de este establecimiento. De hecho, a partir de ese momento histórico nos encontramos desde el punto de vista arqueológico o arquitectónico con el uso de técnicas y fórmulas constructivas novedosas, hasta ahora desconocidas en el mundo ibérico del entorno más inmediato. Dichas técnicas constructivas fueron aplicadas en un centro que adquiere el perfil de una verdadera ciudad, con un recinto bien definido, y con la afirmación de espacios públicos y religiosos, claramente vinculados a la arquitectura de otros centros mediterráneos.

     Desconocida a nivel arqueológico hasta hace poco, de unos años a esta parte las excavaciones han impulsado el descubrimiento de interesantes hallazgos, como por ejemplo el de un tramo de la muralla púnica. "Por lo que respecta al importante núcleo de construcciones púnicas puesto al descubierto, nos encontramos con una doble línea de muralla, con una separación de casi 6 metros entre ambos lienzos, orientados en dirección Norte-Sur".

     Aunque es cierto que la arqueología se resiste a desvelarnos los secretos de esta etapa histórica de la ciudad, son de especial interés los hallazgos realizados en dos puntos de la ciudad. El primero, en la falda occidental del Monte Sacro y en una zona próxima a lo que sería el límite norte de la ciudad, delimitado por la zona pantanosa del Almarjal y que, actualmente, corresponde a la calle Serreta. Consiste en una serie de habitaciones que interpretamos como pertenecientes a un barrio de pescadores, cuyo momento de ocupación quedó reflejado por un potente estrato de ceniza, que manifiesta un episodio de destrucción violenta.

     Esta circunstancia y el contexto material cerámico permitió asociarlo al momento del asalto de la ciudad por las legiones de Escipión hacia el 209 a.C. Incluso su emplazamiento correspondería al lugar por donde se produjo la entrada de las tropas romanas que, después de infructuosos intentos por superar las murallas del istmo, vadearon la laguna hasta encontrar un punto fácil de acceso. En un segundo solar situado en la plaza de San Ginés, al pie de la ladera meridional del Monte de la Concepción, se excavó un reducido espacio perteneciente a una vivienda de este mismo período histórico. Esta actuación nos documentó la evolución urbana de la ciudad púnica y la siguiente ocupación romana, y nos permitió observar cómo las pautas urbanas impuestas por la incipiente ciudad púnica fueron en gran medida continuadas y respetadas en etapas siguientes.

     Aparte de estos testimonios sobre la arquitectura doméstica anteriormente descritos, empezamos a intuir por las últimas investigaciones realizadas en el Cerro del Molinete Arx Asdrubalis que Escipión, a su llegada a la ciudad, se encontró con una gran ciudad perfectamente ordenada urbanísticamente. Estaba provista de templos, palacios, un sistema defensivo con potentes murallas e incluso con una ocupación organizada en las laderas interiores de sus colinas, con un sistema de aterrazamientos, al modo helenístico con cierto aspecto de monumentalidad, terrazas que incluso estaban comunicadas entre sí por accesos en rampas y anchas escaleras. Este ordenamiento urbanístico estaría en uso, al menos, en las primeras décadas de la conquista romana, como lo demuestran diferentes niveles estratigráficos en la ladera meridional del Molinete.

Cerámica

     Una excavación de urgencia ha documentado, así mismo, una serie de habitaciones de un edificio relacionado con actividades pesqueras, que fue destruido en el asalto a la ciudad por Escipión en el 209 a.C. El 60% de la cerámica hallada es cartaginesa, destacando en las importaciones las procedentes de Ibiza en primer término, así como los llamados kalathos ibéricos, muy frecuentes en los contextos fenicios tardíos occidentales, y las procedentes de Italia.

     Respecto a estas últimas, son muy frecuentes, antes aún de la conquista emprendida por los Bárquidas en la Península, las imitaciones cartaginesas que copian formas áticas y se difunden por el Sur, desde Sevilla, Málaga y Almería y, principalmente, en Carthago Nova y Murcia hasta Ampurias, pasando por Alicante y Valencia. Estas cerámicas, elaboradas en talleres norteafricanos y, principalmente, en la propia Carthago, fueron exportadas en cantidades significativas, coincidiendo en gran parte con el periodo de la conquista Bárquida. De esta forma, los cartagineses, que antes de la Guerra de Sicilia redistribuían las cerámicas itálicas de barniz negro del taller de las pequeñas estampillas en su comercio por el Mediterráneo Occidental, introdujeron ahora sus propias producciones de barniz negro en muchos centros peninsulares.