Coraza de pecho cartaginesa
Coraza de pecho cartaginesa

   En el año 237 a C., Amílcar Barca desembarcaba en Gadir para acometer la conquista de los territorios peninsulares que habían pertenecido a la esfera de la hegemonía mediterránea cartaginesa. El fin de la Primera Guerra Púnica había supuesto para los cartagineses la pérdida de Sicilia con el tratado impuesto por Roma en el 241 a.C. Poco después se produciría la de Cerdeña, que los cartagineses en modo alguno podían aceptar. En ello los cartagineses encuentran un motivo más de ese afán de revancha que, según la historiografía romana y muchos investigadores modernos, habría de impulsar las empresas de Amílcar primero y Aníbal más tarde de conquista en las penínsulas ibérica e itálica.

   Tales pérdidas suponían el desmantelamiento de la estructura que durante siglos había sostenido la hegemonía marítima cartaginesa en el Mediterráneo, por medio de tratados bilaterales con los distintos pueblos que ocupaban esas costas. Una hegemonía que no sólo implicaba fines políticos, sino que garantizaba el abastecimiento de toda una serie de recursos, vitales para su economía, entre los que los metales destacaban por su especial importancia. Renunciar al acceso a estos recursos siguiendo las consideraciones de aquellos que, como Hanón en Cartago, proponían la creación de un imperio exclusivamente africano y definitivamente alejado de Roma, equivalía en la práctica a entrar antes o después en dependencia de los comerciantes itálicos que ya habían comenzado a sustituir a los púnicos en el Mediterráneo.

   Es por ello que la familia Bárquida se lanza a la conquista y colonización definitiva de Hispania, pero para ello se necesitaba de un concepto nuevo de ciudad, que fuera el centro administrativo desde el que se pudiera controlar los territorios peninsulares, Amílcar-Barca lo intentó primero en Gadir (Cádiz), luego en su desplazamiento hacia la zona de Levante, en donde fundó una nueva base de operaciones, Akra Leuke (Alicante), pero en el invierno del 229/28 a.C. moriría sin conseguir su objetivo. Finalmente, su sucesor, Asdrúbal, fue el que encontró aquel emplazamiento en Carthago Nova.