En 1893 comienza a hablarse de la posibilidad de establecer líneas de tranvía, por tracción animal, que llegaran hasta la estación de ferrocarril y a Espinardo así como una a vapor que conectara con Alcantarilla. Pero hasta el 7 de enero del año siguiente no se publica el proyecto de los trayectos Murcia-Alcantarilla y Murcia-Espinardo. En 1896 las obras ya estaban avanzadas, pues en esa fecha la empresa concesionaria 'Tranvías de Murcia' solicitaba permiso para usar el escudo de armas de la ciudad en los flamantes carruajes.

   El 2 de septiembre de 1896 pudo inaugurarse el servicio. A las 9 de la mañana iniciaba su andadura el tranvía Murcia-Alcantarilla. Esta inauguración solemne se realizó tras cuatro años de estudios y trámites por parte del director de la compañía, Luis Ibáñez, y de su presidente del Consejo de Administración, José Cayuela, aunque este último había dimitido poco antes de la inauguración, siendo sustituido por Francisco Peña y Baquero. En la construcción se habían invertido 300.000 pesetas obtenidas con la venta de acciones. Por otra parte, se iniciaba un nuevo proceso de financiación a fin de completar la red estableciendo ruta hasta Espinardo y al cementerio. A partir de noviembre de 1896 y a fin de prestar un servicio relacionado con la estación de Renfe de Alcantarilla, los primeros tranvías hacia esta población comenzaron a salir a las 4,50 de la mañana. Ese mismo mes Luis Ibañez Carreras solicitaba al ayuntamiento poder realizar un replanteo de la línea dentro de la ciudad y pocos meses después proponía el cambio del sistema motriz inicial 'de sangre' por electricidad.

   Un mes después de la inauguración del servicio, una empresa belga se ofreció a Luis Ibáñez para construir el tranvía a Espinardo con motores eléctricos. Simultáneamente, un grupo de vecinos de El Palmar proponían la construcción de una línea que diera servicio a esta población comprometiéndose a comprar 150 acciones. En febrero de 1898 el presidente de 'Tranvías de Murcia' traspasó la concesión municipal al parisino Ennemond Fayé. En septiembre, es decir, dos años después de estar funcionando la línea Murcia-Alcantarilla, Ibáñez solicitó y le fue concedida la apertura de la línea Murcia-El Palmar, que arrancaría de la Plaza Belluga. Así de boyantes las cosas, al verano siguiente la Compañía de Tranvías iniciaba la construcción de un nuevo pabellón de oficinas que se ubicó en la prolongación de las calles Cartagena y Caballero, en el barrio de San Benito.

   En 1900 Ennemond Fayé transfirió 'Tranvías de Murcia' a la 'Sociedad de tranvías de Granada y Murcia', cuyo representante legal era Juan de la Cierva y Peñafiel. La nueva compañía emprendió una serie de mejoras para las que solicitó el permiso correspondiente que le fue concedido, sujeto a unos plazos temporales. Tales mejoras consistieron en el empleo del sistema Purrey como medio de tracción. Un año después se presentaba solicitud para ampliar la línea Murcia-Espinardo hasta el cementerio de Nuestro Padre Jesús y hacerlo con motor mecánico. Para octubre se autorizaba a Luis Ibáñez la línea Murcia-El Palmar mediante 'motor de sangre'.

   En 1902 se fueron realizando diversas obras de reformas en los trazados viarios que incluso demandaron el levantamiento de adoquines de la plaza del Cardenal Belluga a fin de mejorar el equilibrado de los railes. A pesar de ellas y de otros intentos de mejoras, el público seguía descontento, El 14 de marzo de 1902 los tranvías abandonaron definitivamente el sistema de tracción animal por el de vapor y, el mismo mes, pero cinco años después, pasaban a ser eléctricos. Los coches disponían de departamentos de 1ª y de 2ª categoría y el billete costaba entonces 20 céntimos. El primer ensayo de tranvía eléctrico tuvo lugar en marzo de ese mismo 1907 en la línea Murcia-Espinardo, coincidiendo la inauguración con las fiestas de primavera, en abril. La línea Murcia-El Palmar se inauguró por el nuevo sistema el 5 de julio y se celebró con toda clase recursos: multitudinaria asistencia, tracas.

   En 1928 la prensa alertaba sobre la desaparición del tranvía. Esta noticia desencadenó una gran inquietud entre la población. La prensa protagonizó una campaña calificando la posible supresión como un terrible retroceso en el progreso de la vida urbana. En 1929 el clima estaba tan caldeado que acabó interviniendo la Unión Mercantil e Industrial. Convocadas y reunidas las personalidades más influyentes en la Cámara de Comercio, la decisión de aquella reunión fue acudir a Madrid y trasladar el problema al Gobierno central pero el 8 de marzo se cancelaron las concesiones de explotación de las líneas de tranvías que unían Murcia con Alcantarilla, Espinardo y El Palmar.