Los siglos XVI al XVIII corresponden a la fase expansiva de la sericicultura murciana. El Quinientos es el comienzo de esta expansión, y en el Seiscientos, Murcia y su huerta sufren el desgarro de la expulsión de los judíos y más tarde el estancamiento de la actividad económica general del país y la pérdida de unas 40.000 personas que se cobró la epidemia de peste de mitad de siglo, pero en todo caso, como en Valencia, es la fertilidad de la huerta cuya utilización se reanuda con ahínco tras la expulsión de los moriscos, y la seda la que le permite vadear la grave crisis que padecieron otras economías peninsulares. Además, desde finales de siglo se advierte un crecimiento que nos permite afirmar que para Murcia el siglo XVIII comienza en el XVII. Finalmente, el siglo XVIII es el de la plenitud de la producción sedera murciana.

Por ello no es de extrañar que fuera en este periodo un lugar común relacionar la seda con Murcia y los murcianos, fama que, a pesar de no tener la magnitud económica de la seda valenciana, por ejemplo, trascendió al ámbito del mundo literario.

En este aspecto son conocidos los pasajes del Libro de las Moradas de Santa Teresa de Jesús en el que la Santa alude a la metamorfosis del gusano de la seda («y allí con las boquillas van de sí mismos hilando la seda y hacen unos capuchillos muy apretados adonde se encierran; y acaba este gusano que es grande y feo, y sale del mismo capucho una mariposica blanca, muy graciosa17»), como alegoría mística de la resurrección en Cristo. Santa Teresa había contemplado con asombro y placidez la cría del gusano en su visita al convento de carmelitas de Caravaca.

También Lope de Vega trata este tema en su obra «Los Porceles de Murcia», pero sin duda el pasaje más conocido es en el que se narra el encuentro de don Quijote, la inmortal obra de Cervantes, con «un grande tropel de gente, que, como después se supo, eran mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia». Estos mercaderes recorrían las 59 leguas del llamado «camino de la seda», que iban desde Toledo, centro fabril, a Murcia, centro productor, pasando por Villacañas, el Toboso, Provencio, La Roda, Albacete, Chinchilla, Tobarra, Cieza y Molina de Segura.

Menos conocido es la quintilla que se cita en la novela picaresca «El Donado Hablador Alonso, mozo de muchos amos», del doctor Jerónimo de Alcalá Yañez y Rivera, como respuesta a los malos presagios y grandes desdichas que auguraban a España para el año 1588:

     «Gusanos han de comer
     los cuerpos tristes humanos.
     En Murcia no, que ha de ser
     al revés, que han de comer
     los hombres de los gusanos».

 


 

(17) Santa Teresa de Jesús. Libro de las Moradas del Castillo interior. Libro II, Morada V.1577