Cúpula de la Capilla de los Vélez. Catedral de Murcia
Cúpula de la Capilla de los Vélez. Catedral de Murcia
Fundación Cajamurcia

     Tres han sido los rasgos fundamentales de la exposición Huellas coincidentes no sólo con la división establecida en sus recorridos –Fundamentum Ecclesiae, Aedes Domini y Fulgor Crucis– sino también de acuerdo con las pautas marcadas por las obras de arte escogidas para servirles de ilustración, de forma que, sometidos los contenidos temáticos al rigor iconológico de la fachada catedralicia, fueran las obras de arte las que modularán con su presencia unos itinerarios en los que quedarán equilibrados el puro deleite visual, los significados religiosos transmitidos por las imágenes y el escenario de la historia como referencia temporal en la que se desarrollaron todos los acontecimientos tan brillantemente ilustrados en la muestra. Por lo tanto, la aproximación de la misma a las conocidas cámaras de las maravillas era algo más que una evocación poética, pues, convertido el templo catedralicio en un recinto acorde con la excepcionalidad de las obras seleccionadas, su renovado aspecto fortalecía el deleite producido por la contemplación, ya que uno de los primeros efectos provocados por la belleza material y espiritual de aquellas obras era el que más convenía al espíritu de los mirabilia bajo el que todo se había ideado. La admiración –a quienes los griegos concedieron el rango de diosa con el nombre de Thaumantis– era el origen del conocimiento y esta realidad introducía la primera nota de distinción a otros planteamientos igualmente válidos que añadían valores diferentes y complementarios a los mostrados por aquélla. De esta forma, al templo de la mirada se unía el de la imagen con la carga afectiva, sentimental y religiosa que evidenciaba, y a éste el que lo convertía en escenario de la historia como testigo de los acontecimientos de un pasado que vertebró esa doble realidad presente en la exposición.

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