Las abundantes y exquisitas naranjas –Citrus sinensis (L.) Osb.– y mandarinas –Citrus reticulata, C. unshiu y C, reshni– cultivadas en todo el Levante español pertenecen a una familia numerosa, la de los cítricos, que incluye además los limones y los pomelos y que tienen en común, entre otras características, su abundancia en los ácidos cítrico y ascórbico o vitamina C, a la que deben su fama como alimento.

    Aunque la presencia de los cítricos en la Huerta de Murcia se remonta a épocas pretéritas, sin embargo, es en el pasado siglo cuando su cultivo alcanza la mayor expansión, llegando a ser un producto de importancia muy notable en la agricultura Regional. Nuestro clima templado, de inviernos suaves y con muchas horas de sol, junto al buen hacer de nuestros agricultores y comerciantes posibilitó que nuestras naranjas y limones adquiriesen fama mundial, llegando a ser comercializados en toda Europa, incluida la entonces lejana Rusia.

Denominaciones

    La facilidad de los cítricos para mutar, junto a la necesidad comercial de buscar siempre nuevas y mejores variedades, es lo que ha contribuido a esa profusión de nombres con los que conocemos a nuestras actuales naranjas: Navelinas, Neujol –Newhall–, Guasintonas –Washington–, Navelate, Valencialate, Salustiana o Bernas; y mandarinas: Clementinas, Clemenules, Marisol o Fortune, entre otros. O con los que conocieron variedades antiguas: Orihuela, Grano de oro, Sanguina, Murciana, Viciedo –nombres tras lo que se esconde un cuadro abigarrado y barroco de tamaños, formas -más o menos achatadas, con o sin ombligos–, texturas –de sus pieles y gajos–, presencia o ausencia de semillas, aromas, sabores –más o menos ácidos, más o menos dulces–, colores –del amarillo al rojo–, época de recolección...

    A pesar de que España continúa siendo el primer productor europeo de naranjas y mandarinas, sin embargo, a nivel mundial ha sido desplazada por los gigantes americanos –Brasil, México y EE.UU.– y asiáticos –China e India–.