Descripción

     Es el mayor de los alcaudones. Destaca por su larga cola, que aparece con las plumas graduadas. La coloración general es de un gran contraste entre el blanco, el negro y gris. El blanco del vientre, el gris del dorso y las salas y la cola negras, con partes blancas, y un llamativo antifaz negro.

     Los dos sexos tienen el plumaje muy parecido, distinguiéndose de los juveniles por tener éstos el plumaje grisáceo uniforme, moteado a franjas.

Hábitat y distribución

     Podemos encontrar al alcaudón real en casi todo tipo de hábitats, desde bosques abiertos, hasta cultivos de secano, matorrales, etcétera.

     Se distribuye por todo el Paleártico, siendo un migrante parcial. En invierno descienden a latitudes más bajas los ejemplares nórdicos, quedándose en el periodo de cría los sedentarios, que son muchos menos de los que podemos observar en invierno, y que tan sólo realizan pequeños desplazamiento.

Costumbres y alimentación

     Los alcaudones reales suelen vivir en parejas aisladas, manteniendo un pequeño territorio en el que tienen numerosos posaderos, habitualmente postes, copas de árboles y cables. Desde allí observan el suelo para lanzarse sobre sus presas que van desde insectos, lagartijas, ratones y pequeños pájaros, a los que atraen imitando su canto. No es raro oír el reclamo del carbonero, del jilguero, o del verderón... en voz de un alcaudón posado en un poste.

Protección y conservación

     Aunque sólo parecen afectarle las amenazas que hacen disminuir sus presas, en ocasiones son abatidos a tiros por cazadores desaprensivos, o caen en trampas donde han sido capturadas ya otras aves.

Curiosidades

     La falta de fuerza en sus menudas garras y en el pico, hace que empale a sus presas en espinas de matorrales y alambradas, para poder desgarrar su carne y alimentarse. En estos lugares podemos descubrir en ocasiones auténticas despensas. A ellas acuden periódicamente a coger alimento o bien a almacenarlo, lo que le ha valido el sobrenombre de "verdugo", "empalador"... o también el de cabezones, en alusión al relativo tamaño de este apéndice. También se les llama “cagaestacas” por su costumbre de utilizar postes como posaderos, desde los que otean a sus posibles presas.

Vicente Hernández Gil