Frutos del madroño
Frutos del madroño

Quizá la mayor parte del paisaje de los montes murcianos no se caracteriza por frondosos bosques que llenen los ojos de aquellos que los contemplan. Sin embargo, toda su rica vegetación, especialmente la de menor porte, ha sido aprovechada ancestralmente por los habitantes de la región por sus usos medicinales. Sus aceites esenciales, flores, hojas, tallos y raíces han sido empleados en forma de friegas, infusiones, cataplasmas y jarabes para curar diversas afecciones.

Es posible encontrar en cada uno de los ambiente naturales murcianos multitud de especies con aplicaciones terapéuticas. Sin ir mas lejos, en las zonas de umbría de las sierras con clima suave, pedregosas y algo húmedas se puede encontrar el durillo (Viburnum tinus) cuyas hojas han sido empleadas como un eficaz febrífugo. O bien, el conocido madroño (Arbutus unedo) y la carrasca (Quercus rotundifolia) que han sido apreciados por la capacidad de sus hojas y cortezas para cortar las diarreas. De menor porte es la lavanda (Lavandula latifolia) usada por su efecto relajante, su capacidad para curar heridas y mantener alejadas a las polillas de la ropa.

Si se baja a zonas más cálidas y soleadas, también algo pedregosas, es fácil encontrar diversas plantas frecuentes y muy empleadas. De todos es conocido el romero (Rosmarinus officinalis) para aliviar las distensiones y molestias articulares con las friegas de su alcohol, si bien, también es muy útil como reactivador de la circulación y estimulante en estados de cansancio, tanto físico como intelectual. Destaca el tomillo (Thymus vulgaris) por su actividad vulneraria y ser un gran ayudante para mejorar digestiones difíciles. La ajedrea (Satureja obovata), tan empleada en el aliño de las olivas, se caracteriza por ser también un buen digestivo. Más peculiar es el uso del rabo de gato (Sideritis leucantha) como colirio de ojos irritados. Menos popular y muy controvertido fue el peligroso uso de la ruda (Ruta chalepensis) como abortivo y emenagogo. Uno que sí se sigue empleando por los lugareños es el esparto (Stipa tenacissima) como enjuague bucal para aliviar el dolor de muelas, o los cataplasmas de hojas de malvas (Lavatera maritima) para aliviar contusiones.

Entre la vegetación de ribera merece una mención especial los sauces (Salix sp.) a cuyo contenido en salicina debe su nombre el ácido salicílico. También asociados a cauces aparecen en el Noroeste murciano algunos saúcos (Sambucus nigra) que han sido empleados para picaduras de insectos, ataques de ciática o gota, sin olvidar el frecuente equiseto o cola de caballo (Equisetum sp.) cuyas infusiones son tan útiles como diurético y para fortalecer el pelo y las uñas.

En zonas más degradadas y humanizadas, cunetas y cultivos se puede encontrar el tóxico ricino (Ricinus communis) del que, sin embargo, se extrae y prepara el aceite de ricino, uno de los purgantes más conocidos. Propia de estos ambientes es la ortiga, que a pesar de su mala fama es excelente para eliminar la caspa, o la famosa regaliz (Glycyrrhiza glabra) cuya raíz ayuda a subir la tensión y aliviar las encías inflamadas. Curioso resulta el algarrobo (Ceratonia siliqua) cuyas semillas alivian el estreñimiento y su corteza ofrece el resultado inverso.

Más extendido es el lentisco (Pistacia lentiscus) cuya resina se utilizaba para fortalecer las encías y aún se emplea para cimientos dentarios, la lechetrezna (Euphorbia sp.) cuyo látex se usaba para eliminar verrugas y el abundante pino carrasco (Pinus halepensis) que puede usarse como desodorante y calmante de los pies doloridos, poniéndolos a remojo en la infusión de sus acículas.

Como puede verse las propiedades medicinales de las plantas murcianas son amplias y muy variadas. No obstante, debe quedar claro que su uso debe ser muy cuidadoso y a las dosis adecuadas, ya que como dijo Paracelso “Todo es veneno, nada es sin veneno. Sólo en la dosis está el veneno”.