Abul-Abbas 'El Murciano' (¿-1287)

La duda sobre la realidad que percibimos, como método de indagación al estilo platónico, arraigó en las fértiles tierras murcianas con el nombre de Abul-Abbas al mursi.  Este sufí aseguraba que los ojos nos engañan por ello han de ser otras las facultades de percepción,  internas, las que debemos despertar para poder Ver. Ver con los ojos del alma, avanzar y evolucionar aprovechando las experiencias que la vida ofrece a cada ser humano.

Su vida transcurrió inmersa en el siglo XIII, un periodo especialmente convulso en Murcia, su tierra natal. De manera que cuando el dominio musulmán tocaba a su fin por la presión castellana, Abul-Abbas decidió abandonar su tierra a la búsqueda de experiencias místicas y de un maestro que guiara sus pasos espirituales.  Parece ser que lo halló en Túnez en la persona de Abul-Hasan, fundador de la escuela Sadili, de la que el murciano acabaría haciéndose cargo. Entre los sufíes se le conocía por el sobrenombre de Sihabaddin, que significa ¿la llama de la religión¿. 

A diferencia de Ibn Arabí, no dejó legado escrito por lo que es necesario acudir a sus discípulos para poder aproximarnos a su doctrina, sólidamente fundamentada en la austeridad y el recogimiento, en la soledad, la introspección y el silencio.  La mitad de su vida transcurrió en Alejandría, ciudad que a su muerte acaecida en 1287 le dedicó el más sentido de sus homenajes y hoy alberga sus restos en un mausoleo instalado en la mejor de sus mezquitas.