Uno de los elementos fundamentales de la historia y del paisaje urbano de Moratalla es su castillo-fortaleza. Y lo primero que se identifica en la silueta de la Villa es el pináculo de su Torre del Homenaje, señoreando sus grises tejados, recortada y airosa sobre el fondo de montes de greda. Él fue su seguridad y su símbolo, su testimonio más señero de una época de tierra de fronteras. Su importancia hasta el siglo XVI deriva, presisamente por su situación fronteriza con el Reino de Granada.

Hacia el siglo IX se levantó la primera estructura islámica sobre restos neolíticos e ibéricos, constituyendo un punto importante dentro de la organización defensiva de al-Andalus. La Orden de Santiago lo reconstruye, destacando la Torre del Homenaje, del siglo XV, de estilo gótico militar levantino, con 22 metros de altura y 9 de lado. Sobre la puerta, la reja en la que fue colgado el cuerpo del Comendador Alfonso de Vozmediano en 1465. El patio mantiene el empedrado original, habiendo desaparecido la galería porticada.

El recinto se completa con cinco torres más, en una de las cuales se encontraba la capilla dedicada a la Magdalena. Las otras cuatro torres son: la Redonda, reconstruida por la Orden de Santiago sobre un torreón musulman; la Blanca, con estructuras de sillares en las esquinas; la llamada de los Limones o Quebrada y la de los Cuatro Vientos.

El edificio cuenta con tres plantas. En la inferior, el aljibe con pilar cruciforme central y, sobre él la Sala de Armas con la magnifica bóveda de aristas, gran clave central y tres saeteras abocinadas. A través de la llamativa escalera de caracol se llega a la Sala del Homenaje, donde resaltan las tres bóvedas paralelas de medio cañón levantadas sobre arcos ojivales, y las ventanas ajimezadas orientadas a oriente y poniente; la puerta de salida del caracol es llamativa por su dovelaje bicolor. En la pared Este de la sala arranca la escalera mural de acceso a la terraza almenada, último reducto defensivo de la fortificación.

La última reparación del Castillo-Fortaleza pudo producirse a mediados del siglo XVII ya que en el cuaderno de visita realizada a Moratalla en 1747 se indica su estado de abandono. En 1865 pasa a manos de particulares que lo utilizan para crianza de vino. Fue adquirido por el Ayuntamiento tras la Guerra Civil por 8.500 pesetas.