Pieza del poblado íbero de Monteagudo [Murcia_Monteagudo]
Pieza del poblado íbero de Monteagudo
Guerrero íbero
Guerrero íbero

  El óptimo emplazamiento de Monteagudo: reclamo de civilizaciones desde el Eneolítico

  Monteagudo presenta un poblamiento prolongado y continuado desde el Eneolítico hasta la actualidad. Las principales causas residen en su estratégica situación geográfica, ya que Monteagudo se ubica en la margen izquierda del río Segura y se extiende por las escarpadas laderas de un abrupto macizo de unos 149 metros de altura. A sus pies queda el 'camino viejo de Monteagudo', que une dos importantes vías de comunicación: los caminos de Alicante y de Castilla. Desde lo alto del Cerro de Monteagudo, el Castillo que lleva su nombre domina las tierras de la Vega Baja del Segura, donde se erigen a su vez otros tantos cabezos: San Cristóbal, de Torres, de la Cruz, Las Cuevas, El Esparragal, La Mina y Cobatillas, que debieron constituir puntos de asentamiento obligado.

  Un poblado argárico en la ladera del Castillo de Monteagudo

  Las secuencias estratigráficas obtenidas en el trascurso de diversas excavaciones arqueológicas en las faldas del Castillo de Monteagudo apuntan a la presencia de un poblado en la Edad del Bronce Medio, que quedaría encuadrado entre los años 1700 y 1200 a. C. Este poblado se adscribe a la cultura argárica, así llamada por el yacimiento que mejor ha permitido definir este horizonte cultural: El Argar (Almería). Según M. Jorge Aragoneses, el emplazamiento de este poblado fue la ladera Oriental del Cerro de Monteagudo.

  En los trabajos arqueológicos, realizados en 1999, en el solar que ocupó la derruida iglesia de San Cayetano, se constató un nivel atribuible culturalmente al Bronce Final / Bronce Tardío con cinco suelos de habitación consecutivos, agujeros para postes y restos de estructuras de barro, quizá de cabañas. En dichos trabajos fue recuperado un botón de oro que, tipológicamente, tiene sus mejores paralelos en el llamado Tesoro de Villena.

  La ciudad íbera de Monteagudo

  En la falda meridional del Cerro de Monteagudo se han hallado testimonios sobre la presencia de íberos en este lugar. Desde el punto de vista estratigráfico se pueden diferenciar dos niveles: el más antiguo, del siglo IV a. C., estaba formado por un conjunto de fragmentos cerámicos; mientras que el más reciente dataría del siglo I a. C., y parece probar la existencia de una ciudad íbera, debido a la presencia en la zona de estancias de planta rectangular, restos de cenizas y osamentas, sepulturas de urnas esféricas, sillares, construcciones y cerámica.

  A este poblado hay que asociar una necrópolis, que se alzaría en las inmediaciones del actual cementerio, en la falda Occidental del Castillo. En esta zona se hallaron en 1979 los restos funerarios de tres esculturas de piedra, conservadas en el Museo de Murcia:

-Torso exento de un guerrero íbero, ataviado con túnica corta ceñida mediante un grueso cinturón con placa rectangular, muy parecido y cercano al grupo de guerreros de Elche.
-Parte de un grifo o animal fantástico perteneciente, probablemente, a una escultura en actitud de ataque.
-Parte de un cuadrúpedo, que recuerda a un toro.

  Estos fragmentos se remontan al siglo IV a. C. y su suntuosidad es atribuible a enterramientos de carácter principesco. Con anterioridad a estos hallazgos se recuperaron la cabeza de una mujer velada con largos bucles y collar, así como urnas funerarias. Por lo demás, M. Jorge Aragoneses propone la existencia de un santuario íbero en el sector Occidental del Castillo, aunque no se han constatado restos del mismo. El elevado número de cerámicas de importación áticas, púnicas y suditálicas acreditan el dinamismo económico y comercial del poblado y, en particular, de sus élites.