Obras pías

     En el marco del proceso de recuperación socioeconómica de la España de los siglos XVII y XVIII, pese al freno de la Guerra de Sucesión, el reino de Murcia asistió a uno de sus más espléndidos periodos de crecimiento, que se tradujo en una serie de obras públicas, privadas y, dentro de éstas, de la Iglesia.

     El incremento demográfico y de la producción agrícola se tradujo en un incremento de los diezmos eclesiásticos. Este fenómeno indujo al obispo Luis Belluga a arrancar un proceso de obras pías a partir de su llegada a la sede episcopal cartaginense. Observándolas con detenimiento, las denominadas obras pías se basaban en el interés de su promotor de remediar los males que le afligieron cuando era un niño: beneficiencia a las familias humildes y acogida y educación de los niños huérfanos. Así, en 1705 fundaba la Casa de Niños y Niñas huérfanos de Murcia, institución situada en la confluencia de las calles Santa Teresa y San Nicolás, que en la actualidad mantiene idéntica función social. En el año 1714, instituía el Colegio de San Felipe Neri. Y, por esas mismas fechas creaba una Casa de Mujeres Recogidas.

Colonización del Bajo Segura

     Dada la universalidad de estas iniciativas, es decir, la función que cumplían para todos los habitantes del reino, y como los diezmos tradicionales de la diócesis se hallaban distribuidos para otros menesteres, entre ellos la reedificación de numerosas iglesias, Belluga procuró instituir una fuente de ingresos para su mantenimiento basada en los procedimientos financieros de su tiempo: las rentas enfitéuticas. Para ello ideó un proyecto muy ambicioso: la desecación de los marjales del Bajo Segura fundando las comunidades aldeanas de San Felipe, San Fulgencio y Los Dolores.

     A la vez, como se estaba dando la circunstancia que el significativo crecimiento demográfico iba a traer consigo demanda de más tierras, muchos campesinos aceptaron establecerse y roturar estas tierras. 40.000 tahúllas fueron concedidas por el rey Felipe V, los concejos de Orihuela y Guardamar procediéndose a su drenaje y roturación.

     Los lotes de tierra fueron entregados según las clásicas fórmulas feudales de tenencia de la tierra, esto es, mediante censo enfitéutico. Esta fórmula establecía que el propietario directo de la tierra era el campesino mientras que el propietario real de la misma 'aquél que podía disponer de ella para su venta o cesión' era el Obispado de Cartagena-Murcia.

     Con el producto de la tierra o de los inmuebles básicos tales como molinos o batanes se pagaban los derechos de disfrute al segundo. Así, pues, de este modo logró el obispo Belluga crear una fuente de ingresos estable para sus fundaciones.

Otros proyectos

     M. Rodríguez Llopis, en su Historia de la región de Murcia, señala 'Menor trascendencia tuvieron sus proyectos en Lorca, donde se puso en cultivo 6.000 fanegas de tierra en el término lorquino de La Toba, y la siembra de 200.000 vides en el Campo de Cartagena, con las concesiones de tierra otorgadas por los concejos para asegurarse la expansión de la beneficencia episcopal hasta sus respectivas poblaciones en el caso de recogida de huérfanos y mujeres'.

     Por último cabe señalar que la conclusión de las obras de la Catedral de Murcia se debieron, en gran parte, a él. Fundamentalmente, el obispo Belluga promovió las obras de conclusión del Imafronte de la Catedral.



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