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Los Mayores. Derechos y deberes.

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         Los libros de Urbanidad, fueron el primer medio que nos informaba, cuando yo era pequeña, de las obligaciones, entre otras, que teníamos todos hacia los mayores. No comprendía yo entonces, una niña con su   inocencia, que fuera una obligación quererlos, respetarlos y atenderlos, por ser estas, actitudes que practicaba de forma natural y en las que me desenvolvía a diario. Para mí que crecí viendo en mi casa a mis abuelos, los cuatro, tan queridos y respetados por todos, oyendo sus relatos y arropada por sus mimos, me parecía innecesario que en los libros recordaran aquello como si querer a un mayor, fuera algo que hay que hacer aunque no nos guste. No lo entendía. Mi recuerdo de aquellos días con mi familia al completo, me devuelve unas vivencias llenas de cariño, calor y protección, creciendo en un ambiente sin fisuras, amable, sereno, con aquellas figuras mayores  veneradas por todos.

          Que puedo decir yo hoy, que soy mayor, de los mayores, que no lo hayan analizado ya solventes profesionales. Los Mayores: El libro en su desenlace. El camino casi en la cumbre. El resultado de una aventura. Alforjas llenas de recuerdos y vivencias. Corazones heridos con  huecos silenciosos, restablecidos con la fuerza interior de la madurez. Cicatrices tornadas en experiencia, mundos silenciosos y solitarios, muchas veces. Pero los Mayores ¡que fuertes somos! Es importante resaltar que son portadores de valores, referencias, códigos, ahora que tanto se llevan estos términos. Que han sobrevivido a tantas obligaciones y reveses de la vida. Que siguen resurgiendo con la fuerza del deber cumplido, al menos intentado. Y que están ahí por si alguien quiere algo de ellos todavía.

          Un señor mayor me decía cuando yo era adolescente, quizás viendo, en algún momento, alguna sombra de tristeza en mi mirada, lógica en esa etapa confusa de sentimiento de la juventud, “para un mayor los niños tienen el pecho de cristal”. Los mayores tienen una sabiduría natural porqué han vivido mucho, conocen las piedra del camino donde están colocadas, comprenden sin que les hablen, saben de las debilidades y espejismos de la vida, adivinan sin esfuerzo y además están muy sensibles a los afectos y quereres. Os dais cuenta como queremos abrazar a nuestros compañeros de colegio cuando los vemos, a nuestros vecinos de antaño y pobre del corazón que no sienta todo esto, tiene que practicarlo y vera lo bien que se siente.

          De todo esto se deducen las obligaciones de los Mayores con la sociedad, como parte integrante que son de la misma, obligación de ayudarla a crecer con su saber por haber vivido; con la ventaja de conocer las trampas de la vida, con la prudencia que el respeto a los demás exige, y la disculpa al que se queda “corto” en su actuación, por haber sentido yá en sus carnes las debilidades humanas. Aconsejar sin imponer, sin violentar. Advertir sin obligar. Corregir sin ofender. Ser un fuerte referente para su entorno. No perder la sonrisa, agradeciendo el maravilloso don de la vida cada dia.

          Los derechos de los Mayores, los mismos que cualquier joven o adulto desde el punto de vista civil. Pero considerando ya lo largo del viaje, se tienen carencias de todo típo para las que la sociedad debe estar  preparada y sensible. Los mayores merecen ser tratados con consideración y respeto. Son el espejo de todos los que aún no han llegado. Merecen ser atendidos en sus necesidades. Y sólo piden eso, que és recoger un poco del cariño y dedicación del que dieron, corriente recíproca y sabia de vida que yo verifique, como he contado al principio y que tanto equilibrio me dio al crecer percibiendo estos valores. No darles por obligación, sino por el respeto y autoridad que emana de ellos, de su conocimiento natural esculpido con caídas sucesivas, sin presunciones. Por ser portadores de valores y depositarios de historia y experiencia. Ser tratados dignamente.

         Los mayores tienen su plenitud en la función de abuelos. Muchos de hecho otros de derecho, pues siempre hay niños en la familia y en el entorno en los que volcar amor. Los niños, que son muy sensibles, repiten: Mi abuelito es sabio, mi abuelito me quiere y además me lo arregla todo, todo lo sabe. Alfa y Omega. El niño y el adulto mayor, dos universos alejados pero tan cercanos en el entendimiento; en estado puro la inocencia del niño, queriendo alcanzar la sabiduría del mayor, la perdida de amor propio, la serenidad y la paciencia en el adulto-mayor, quizás buscando al niño que fué. En resumen, la búsqueda y el encuentro con lo sustancial de la vida, la practica de valores que es a la larga lo que serena el corazón y hace crecer el espíritu.

         

                                                                                                          

                                                                                                          

      
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