Excursión de los asociados de Ajucarm a Alcalá del Jucar
Excursión de los asociados de Ajucarm a Alcalá del Jucar
Juan José López-Maya
Excursión de los asociados de Ajucarm a Alcalá del Jucar
Excursión de los asociados de Ajucarm a Alcalá del Jucar
Juan José López-Maya

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EL CAPRICHO DE UNA EXCURSION

     Sí. La naturaleza ofrece, en muchas ocasiones verdaderos caprichos. Así podría yo resumir Alcalá del Júcar, pueblo de Albacete, al que, en excursión acertadamente programada por AJUCARM, nuestra Asociación, hemos viajado en este mes de Abril. Desde hace mucho tiempo la que os cuenta esto, tenía verdaderos deseos de conocerlo. No quede defraudada y os recomiendo que procuréis visitarlo. Es de esas excursiones que hay que hacer. Felicitamos a los organizadores y esperamos la próxima.

     El inicio del viaje, como siempre estas cosas, amigos, saludos, la frescura del principio, la ilusión de dejar por unas horas lo cotidiano y de acometer la aventura.

     Agencia nueva, guía y un vecino de esa localidad que se incorporó al grupo ya en el sitio, con gran expectación por nuestra parte, pues fuimos informados previamente que era un personaje pintoresco, “el diablo”, como lo apodan, un vecino de esa villa y ejemplo de lo que se puede hacer por lo que amamos, sin duda su pueblo.

…..El viaje, Autovía a Madrid hasta Albacete. Paisajes familiares hasta que dejamos esta vía principal. Tierras horizontales con colores terracotas alternándose, luego mucho verde, anuncio de la proximidad del agua. Buen día. Aproximándonos al lugar, después de recoger al “diablo”, con la curiosidad de niño, confieso que miraba esperando ver ese pueblo en lo alto de un monte. Pero me equivocaba. Cuando nos anunciaron que ya llegábamos no podía dar crédito a lo que mis ojos veían: Un verdadero cañón, impresionante, regado por el Júcar en el fondo de aquél vasto desnivel, barranco continuado, por el que se deslizaba majestuoso y sereno el Rio y a sus orillas y en lo profundo, casitas, como de un cuadro naif, álamos y arbolado diverso, lejos muy lejos bordeando una carretera que desde arriba parecía una estrecha cinta. Su acceso, un impresionante “escalextri” de curvas que me hicieron sudar las manos. Pues además de todo lo que veíamos, objetivo de nuestras cámaras fotográficas, todavía estaba por descubrir nuestro destino: Alcalá del Júcar. En un recoveco del camino, que empezábamos a bajar, apareció un conglomerado de casitas, pegadas unas a otras, adosadas a la pared de un cerro coronado por un castillo medieval vigilante, paredes de ese precipicio caprichosamente talladas con estratos interminables. En el centro de esa gran mancha blanca casi colgante, la cúpula de una iglesia. ¡Allí teníamos que llegar¡…pero como. Bajando y bajando. Podríamos?.

     El pueblo es una delicia pero tengo que confesar que su enclave sorpresivo y sus accesos fueron para mí lo mejor. También, confieso, su pan y repostería de una confitería del pueblo. Alguien tuvo que descubrir este paraje hace muchos siglos y asentarse en ese lugar desapercibido. Agua, flora, casas excavadas en las paredes de las rocas con el solo protagonismo del hombre en su fachada, y serenidad. Infraestructura vial inexistente,  y salvando los desniveles calles empinadas, casas sin alineación, y silencio, sabor de sentir parado el tiempo en los geranios de ventanas. Placentera la sensación de reposo, meditando, a orillas del azud del rio a su paso por el centro del pueblo y de cerrados los ojos oír el ruido del agua buscando su camino. Sus habitantes hasta han inventado una playa en un paraje de solana.

   “El Diablo” nos guiaba. Nos llevó a una cueva de su propiedad, una de las excavadas en la peña, “La Cueva del Diablo” se llama. Galerías mitad comerciales, adecuadas como  Museo, con el poso del recuerdo y la nostalgia, llenas de aperos de trabajo y elementos domésticos de años ya pasados, todo en amalgama para satisfacer la curiosidad de los visitantes y también lugar provisto de un bar y discoteca para disfrute y encuentro de los jóvenes del pueblo. Después de bajar 112 escalones metálicos, por aquellas galerías ancestrales a través de la montaña, salida a un mirador y nuevo paisaje del Júcar, degustándo un refresco, incluido en el precio del viaje. Después por una calle en cuesta, una casita azulada resultó ser el Cinema Paradiso de los años 40. Cine del pueblo en su momento, hasta con sus butacas de madera y su anfiteatro y nueva muestra de recuerdos y objetos desubicados ya, buscando un entorno para no desaparecer.

    Tiempo libre y comida en un restaurante ya en lo alto, que también era del “diablo”. Comida manchega: caldereta, gazpacho, salmorejo….. Buen vino y buen pan. Mirador estratégico y mirada definitiva a todo aquél entorno que íbamos a dejar ya

    Terminamos satisfechos de la excursión. Día de aventura y de buen encuentro con amigos como prometía.

    Cuenta la información oficial de este paraje que está declarado Monumento Histórico-Artístico por la UNESCO. Que tiene en su haber el tercer premio en iluminación creado por la Casa Philips, después de la Torre Eiffel y La Gran Mezquita de Estambul. Que su castillo, objeto de leyendas, es de origen, parece ser, almohade y rescatado por Alfonso VIII. Que la hoz que forma el Rio Júcar en la peña en la que se erige el pueblo, pudo ser la motivación del nombre de la Villa, al ser la palabra castillo en árabe, alcalá y ser su rio el Júcar. Importante la Iglesia Parroquial de San Andrés. Y la guía nos contaba, que Alcalá del Júcar todavía es más bonito y mágico de noche cuando iluminado se exhibe a lo lejos.Yo pienso que será como un Belén.

                 ¡¡Mi consejo es que vayáis!!.     - Autora: Inés Navarro Carbonell