Cañaíllas  en un restaurante [Cañaíllas ].jpg
Cañaíllas en un restaurante

    En el III milenio antes de Cristo, los comerciantes fenicios del Mediterráneo Oriental, utilizaban para tintar sus túnicas el color púrpura, extraído de una mucosidad procedente de la glándula del mismo nombre que contiene la cañaílla. La tonalidad de la sustancia obtenida de este molusco es amarillenta, por lo que, para alcanzar el púrpura final, era necesario un proceso de maceración en sal de tres días para posteriormente dejarlo en ebullición hasta conseguir el color definitivo.

    No obstante, según referencias documentales de la Antigüedad, para la obtención de un gramo de este pigmento eran necesarios alrededor de 10.000 ejemplares de cañaílla. Se trataba de un color muy apreciado, con el que teñían prendas pertenecientes a emperadores, reyes y sacerdotes, las figuras más representativas de las culturas de la Antigüedad, llegando en algunas ocasiones a pagar por estos tintes un precio que superaba al mismo oro.

    El pigmento utilizado en aquella época en la ciudad de Tiro se conoció con el nombre de Púrpura de Tiro, Real o Imperial y estaba reservado para los reyes.

    Durante los siglos de dominación romana del Mare Nostrum este color también se popularizó entre la alta sociedad. Las togas de los magistrados y triumphalis (toga de los generales victoriosos en la celebración de su triunfo) presentaban una franja púrpura indicadora de su orden social (clavus).

    En función de la anchura de las bandas en sus túnicas se diferenciaban los magistrados, senadores (latus clavus) o caballeros (augustus clavus).

    En España destacan yacimientos arqueológicos relacionados con factorías de producción de esta pigmentación en Ibiza o Águilas.

    Con el Imperio Bizantino decayó la utilización de esta sustancia para los tintes púrpuras, sustituida por otros pigmentos de menor valor y tonalidades similares, algunos de estos colores se extrajeron de la cochinilla, un crustáceo de la familia Iniscidea.