El término romero, Rosmarinus officinallis, proviene del latín Ros-marinus que significa rocío de mar, por su asentamiento próximo a zonas costeras, y officinal que se refiere a medicinas de uso habitual. Algunos etimólogos lo relacionan con el griego Rhops, arbusto, y Myrino, aromático.

El romero es originario del sur de Europa mediterránea y norte de África, localizándose algunas especies también en Asia Menor.

Simbolismo

Es una planta con gran significado simbólico desde la antigua Grecia, donde se le otorgaba poderes especiales. Los estudiantes griegos se colocaban coronas de romero antes de los exámenes para mejorar la memoria, además estaba consagrado a Afrodita la diosa del amor, ya que se consideraba un afrodisíaco. Los romanos mantuvieron su uso medicinal y ofrendaban romero a sus dioses. El romero se empleaba en los sahumerios, quemándose durante los rituales mágicos de purificación del hogar.

Para los cristianos, el romero debe el color de sus flores a una leyenda que relata que cuando la Virgen María huyó a Egipto para salvar al niño Jesús lo colocó sobre una cama de flores blancas, y que al levantarlo estas se habían tornado azules.

En la Edad Media la planta era ampliamente utilizada y dio nombre a los romeros o peregrinos, ya que era frecuentemente empleada tras las duras marchas a pie por sus propiedades calmantes y relajantes. Aún en esta época seguía considerándose la planta del amor, por su poder estimulante.

Fue llevada a América y a otros continentes por los europeos. En el siglo XIX se extendió ampliamente por el norte de Europa con fines medicinales.