La pularda es una gallina perteneciente a la familia de las gallináceas que se cría en condiciones especiales para que adquiera sobrepeso, logrando de este modo que su carne sea sabrosa y muy tierna. El término pularda procede del francés poularde, traducido como gallina, y hace referencia al proceso de desarrollo y engorde artificial.

    Se trata de ejemplares que se crían con técnicas ancestrales de inmovilidad y aislamiento, bajas densidades (proceso opuesto totalmente a la producción intensiva de animales), así como alargando e intensificando su crecimiento (6-9 meses), pudiendo llegar a pesar entre 1,8 y 3 kilos.

    Físicamente se caracteriza por un cuerpo orondo, debido al exceso de cebo, y una singular cresta roja que corona su cabeza.

    Algunos de los ejemplares más significativos se encuentran en la población asturiana de Bres, también en Cataluña, partiendo de la raza del Prat, en Castilla, tomando como raza de referencia la Negra, y en la zona de Bresse (Francia).

   Interrupción de la puesta

    Entre los procesos que se efectúan sobre la pularda para su engorde se encuentra la anulación de la capacidad de puesta de huevos, con la que se consigue extinguir el estrés diario que supone la puesta y reducir el gasto de energía metabólica, logrando que acumule energía y materia grasa para la formación de masa muscular.

    El método tradicional para conseguir este resultado es un engaño al animal, manteniéndolo en la oscuridad y prácticamente anulando sus movimientos (aunque algunos productores prefieren dejarlas en un estado de semilibertad), pero en las últimas décadas, el avance de la ciencia ha llevado a ciertas granjas a intervenir quirúrgicamente a las pollitas para extirparle el ovario izquierdo (el derecho no es funcional), evitando así la puesta. Sin embargo, se trata de una operación muy compleja y delicada que en caso de realizarse de forma inadecuada puede llegar a provocar la muerte del ave.

    Este proceso conlleva otra alteración fisiológica en la pularda, ya que estimula el crecimiento de sus huesos largos, proporcionando ejemplares de mayor tamaño que las gallinas comunes.

    Engorde y sacrificio

    La alimentación que recibe una pularda para su engorde durante sus 6-9 meses de vida, posee básicamente un 70 u 80% de cereales, más derivados lácteos vegetales y legumbres con proporciones mayores de un 5%.

    Pero el cebo de esta especie se debe tratar con lentitud, para que su carne se desarrolle de forma satisfactoria, aportándole además un 15% de proteínas y entre 2.900 y 3.100 kcal/kg.

    El sacrificio de las pulardas tiene lugar cuando alcanzan los 1,8-3 kilos de peso, el doble que el de una gallina común. Generalmente llegan a estas cotas tras 6-7 meses de vida.