Comió Sancho sin hacerse de rogar, y tragaba a escuras bocados de nudos de suelta, y dijo:

-Vuestra merced sí que es escudero fiel y legal, moliente y corriente, magnífico y grande, como lo muestra este banquete, que si no ha venido aquí por arte de encantamento, parécelo a lo menos, y no como yo, mezquino y malaventurado, que solo traigo en mis alforjas un poco de queso tan duro, que pueden descalabrar con ello a un gigante; a quien hacen compañía cuatro docenas de algarrobas y otras tantas de avellanas y nueces, mercedes a la estrecheza de mi dueño, y a la opinión que tiene y orden que guarda de que los caballeros andantes no se han de mantener y sustentar sino con frutas secas y con las yerbas del campo-

Segunda parte del ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, capítulo XIII

El destino, ese inseparable compañero de viaje muchas veces no deseado y las más de las veces ingrato, no sólo nos juega malas pasadas a las personas; a veces, también a plantas y animales. Este es el caso del algarrobo y su fruto, una legumbre, la algarroba.

El algarrobo es un árbol originario del Mediterráneo cuyos frutos, las algarrobas, ya eran consumidas por los egipcios según consta en el papiro Anastasi IV que describe el menú de la comida preparada para un faraón de la XIX dinastía y para su abultado séquito durante un viaje oficial: '10.000 galletas; 1.200 panes asiáticos, 100 cestas de carne, 250 puñados de vísceras de bueyes; 10 ocas desplumadas; pichones de verano; 60 medidas de leche; 90 medidas de nata; 30 vasijas de granos y de pulpa de algarroba; y un largo etcétera' (Edda Bresciani en 'Historia de la Alimentación', Ed. Trea, 2004).

Los egipcios también conocían las propiedades espesantes y ligantes de la goma de algarrobo, tal como lo prueba el hecho de que usaran una pasta de esta goma como adhesivo en los vendajes de las momias.Los griegos, y posteriormente los romanos, también usaban esta legumbre en su alimentación, llegando a formar parte de preparaciones culinarias tan exquisitas como el garum. Esta costumbre de incorporar la harina de la algarroba a diferentes platos en la Península Ibérica llega hasta nuestros días, como lo prueba la elaboración tradicional de gachas con harina de algarroba que todavía se realiza en algunos de los pueblos del interior de la Región de Murcia.

Los algarrobos han formado parte del paisaje de las tierras del sureste de la península Ibérica y las islas Baleares desde siempre y su fruto, la algarroba, ha formado parte de la dieta de personas y animales domésticos hasta hace bien poco. En las épocas de hambrunas, que hoy nos parecen tan lejanas pero que han sido tan frecuentes en nuestra historia, formó parte importante de la dieta de subsistencia de nuestros antepasados. Así, en la parábola de 'el hijo pródigo' nos cuenta San Lucas que: 'Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie se las daba'. Y, mucho más cercano en el tiempo, recuerdo que mi abuela Luisa me contó en alguna ocasión que, en la posguerra, se echaban las algarrobas en vinagre para que no criaran gorgojos y se comían guisadas como lentejas.

En el pasado siglo, su resistencia a la sequía le convirtió en cultivo de elección para muchos campesinos en las áridas tierras de los campos de secano de Puerto Lumbreras o Lorca, como alternativa al cereal.Sin embargo, en los últimos años, la superficie dedicada a su cultivo ha ido mermando paulatinamente, debido, entre otras razones, a la dura competencia surgida en los mercados internacionales a nuestra algarroba y los productos que de ella se obtienen y que obligó a los agricultores a buscar alternativas más rentables a su trabajo. Así, las algarrobas, junto a las almendras y otros frutos de cáscara, entraban a engrosar ese grupo de cultivos que desafortunadamente precisan de las ayudas comunitarias para subsistir. De este modo, el glorioso pasado de sus harinas, gomas y quilates, queda ahora reducido para la mayoría de nosotros a uno de los aditivos que contienen los alimentos con las siglas 'E-410' (garrofín), según la clasificación europea de aditivos alimentarios.

Autor: Julio Pedauyé Ruiz