'El habla huertana es dulce,

como el panal de la miel

cuando platica de amores

la moza con su querer'

José Frutos Baeza (1861-1918)
en su poema
'El habla huertana'

    Las abejas del Sureste Español pertenecen mayoritariamente a la subespecie Apis mellifera iberica, un híbrido de las subespecies dominantes en el occidente europeo: mellifera e intermissa, y aunque hace unos años se temió por su futuro debido a la introducción de reinas de otras poblaciones europeas de abejas con fines productivos; y que, sin embargo, recientemente, los investigadores De la Rua y Serrano de la Universidad de Murcia han puesto de manifiesto, en base a sus estudios del ADN mitocondrial, que las colmenas fijas de nuestros apicultores son muy homogéneas y no muestran introgresión génica a partir de otras colmenas cercanas trashumantes.

    La miel es elaborada por las abejas a partir del néctar de las flores y de los exudados dulces de ciertos vegetales e insectos (lo que se conoce por mielada). Estos productos dulces son recogidos por las abejas con su lengua y trompa del aparato bucal y almacenados en el buche, donde se mezclan con diversas enzimas (invertasas) procedentes de las glándulas salivares. Posteriormente regurgitará el contenido del buche en la colmena, pasándolo boca a boca a otras obreras, proceso en el que continúa enriqueciéndose con más enzimas hasta que al fin es depositado en las celdillas. Paralelamente a este proceso las laboriosas obreras baten sus alas para forzar la ventilación de la colmena y favorecer la evaporación del agua contenida en este néctar, pasando su contenido en materia seca del 30-40% al 80-84% de agua y, de este modo, reducir la humedad de la miel. Por último cierran la celdilla con cera para su almacenamiento.

    Se ha calculado que para llenar este buche una abeja necesita el aporte de 1.000-1.500 flores. En su afán de conseguir el ansiado néctar, las abejas de una sola colmena, visitaran millones de flores portando el polen de unas a otras en sus patas, pelos y piezas bucales y favoreciendo, por tanto, la polinización y eventualmente la fecundación cruzada entre las plantas. Es en esta actividad polinizadora de especies silvestres y cultivadas donde radica el mayor valor de la apicultura. En términos económicos, la FAO ha calculado el valor de este servicio prestado por las abejas en más de veinte veces  el valor que se obtiene de las colmenas. Sin embargo existe otro beneficio incalculable monetaria mente y es que, la desaparición de las abejas sería un auténtico desastre ecológico en términos de pérdida de flora y fauna, de biodiversidad.

    La importancia ecológica de este insecto, al que podemos tildar de auténtico benefactor de la humanidad, es lo que ha motivó hace unos años que el entonces técnico de la Asociación de Apicultores de la Región de Murcia, Miguel Ángel Fernández (q.e.p.d.),  y el suscribe, propusiéramos la puesta en marcha de ayudas económicas a los beneficios ecológicos de la actividad apícola regional. Sin embargo, los primeros intentos que llevamos a cabo para encajar dichas ayudas en el marco comunitario resultaron infructuosos. Posteriormente, la Consejería de Agricultura y Agua, con fondos propios, puso en marcha con fondos propios unas pequeñas ayudas de hasta 6 ¿ por colmena en el caso de apicultores profesionales. Esperemos que las nuevas acciones emprendidas para encajar a las abejas dentro del Programa Red Natura 2000 de la UE tengan más éxito.