Chata lorquina [Caminos del Thader]
Chata lorquina

Las fortachonas vacas y los comilones chatos vivieron de este modo felices junto a los huertanos de las vegas levantinas durante muchos lustros, hasta que un día aparecieron por las huertas los primeros cerdos de razas precoces y los primeros tractores. Llegaban nuevos tiempos, que transformaron radicalmente la forma de vida tradicional en campos y huertas. Las explotaciones se mecanizaron, con lo que los animales de tiro y labor como las vacas murcianas perdieron su valor, se empezaron a utilizar productos químicos para luchar contra las plagas de los cultivos y las enfermedades de los animales y se buscaron nuevas variedades de plantas y animales que resultasen más productivas y rentables.

Los nuevos cerdos de razas precoces crecían más rápido y con más magro y menos grasa, que era lo que demandaban los habitantes de las ciudades.Y así fue, queridos niños, como nuestras fortachonas vacas y nuestros cerdos autóctonos cayeron en el olvido. 

Ya nadie se acordaba de ellos, se creyó que ya no se les necesitaba ni que nunca se les necesitaría, tan sólo unos pocos ejemplares quedaron al cuidado de algunos nostálgicos huertanos que los mantuvieron con cariño.

El resto de murcianos, o bien ya no los conocen, o se acuerdan de ellos una vez al año, cuando por fiestas de primavera, en Murcia capital, para el desfile del Bando de la Huerta es requerida su belleza y singularidad para que aporten ese toque de tipismo folclórico que demanda el citado desfile. Sin embargo, ahora las vacas, lejos ya los tiempos de su fortaleza, y abatidas tal vez por su triste destino, desfilan cansinas y hastiadas sobre el asfalto de la Gran Vía Escultor Salzillo junto a los entristecidos cerdos chatos murcianos alimentados con piensos artificiales. Y ambos, cerdo y vaca, a su paso por la estatua de la Dama de Murcia se preguntan ¿qué méritos contrajo esa señora para ocupar tan destacado emplazamiento que nosotros no tengamos?