Hace mucho tiempo, cuando el papá de vuestro papá todavía no había nacido, ni había luz eléctrica en las casas, en las fértiles tierras regadas por el río Segura vivían los huertanos, gentes modestas, sobrias en sus costumbres, laboriosas y prontas a compartir con vecinos y  forasteros lo poco que poseían. Vivían en la escasez, trabajando de sol a sol las tierras que les daban su sustento y que, en la mayoría de los casos, no les pertenecían y por cuyo cultivo pagaban un arriendo a sus propietarios muchas veces en especie.

Las casitas en las que vivían eran pequeñas barracas hechas con los materiales que tenían a su alcance. Con el barro y la paja se elaboraban las atobas que secaban al sol y servían como ladrillos. La techumbre se componía de cañas gruesas trabadas con sogas de esparto recubiertas de barro y sobre éste una cubierta de paja de trigo o carrizos finos o sisca, otra gramínea resistente a la humedad.

En su interior no había tabiques, sólo un par de sábanas blancas que hacían las veces de cortinas, y separaban la alcoba de la cocina. Dentro del dormitorio las camas de tablas o los catres con sus colchones de perfollas y el arca de morera o de pino en la que se guardaban los ajuares y algunas otras cosas de valor.

Encima del cabecero de la cama se colgaba en la pared algún retrato de la Virgen de la Fuensanta o los sanblases del año o una Cruz de Caravaca. Al otro lado de las cortinas se encontraba la cocina, en donde se comía o simplemente se estaba cuando hacía frío o llovía, principalmente en los meses de invierno al calor de la chimenea situada en el ángulo derecho de la entrada.

El resto del año la vida se hacía fuera de la barraca, bajo la higuera o la parra o junto al aljibe y al horno.

De la huerta, que cultivaban afanosamente todo el año, gracias a la riqueza de la tierra, de la abundancia de agua para riego, del estiércol de sus animales y del clima que disfrutaban ,con largas primaveras y otoños, cortos veranos y suaves inviernos, obtenían toda clase de frutas y verduras: Berenjenas, calabazas, tomates, pimientos, pepinos, boniatos, alcachofas, zanahorias, espinacas, berros,  lechugas, habas, maíz, cebada, trigo, higos, ciruelas, sandías, melones, manzanas, albaricoques, melocotones, granadas, chirivías, peras, peros, peretas, membrillos, nueces, acerolos, jínjoles, níspolas, olivas, naranjas, mandarinas, limones y muchas otras.


Autor: Julio Pedauyé Ruiz
Fotos cedidas al autor por Ángel Poto (Vacas) y Juan Lobera (Cerdos)