Las tortillas pueden ser de diferentes gustos, y elaboradas con distintos ingredientes. Son simples de preparar y con una ensalada solucionamos un almuerzo o cena.
En España la palabra tortilla y las primeras recetas a la francesa, es decir, sin patatas, aparecieron en el siglo XVI. Los manuales de los dos grandes cocineros de los Austrias –Libro del arte de Cocina (1599), de Diego Granado, y Arte de Cocina, pastelería y vizcochería (1611), de Martínez Motiño–, así como muchos recetarios posteriores, certifican su arraigo en el Siglo de Oro.
El huevo está presente como elemento culinario desde tiempo inmemorial. Cocidos, fritos, escalfados, revueltos, formando parte de mezclas cada vez más heterogéneas y deliciosas, las tortillas, o como ingrediente de numerosas preparaciones pasteleras, el huevo es uno de los elementos principales de la cocina española. Desde el simple huevo frito hasta las yemas de Caravaca, pasando por la insuperable tortilla española, el huevo se sirve igualmente en la mesa doméstica y en los comedores más sofisticados.
Hay tortillas de patatas buenas y malas; jugosas y secas; gruesas y finas; y hasta muy barrocas; ilustradas con cebolla, guisantes y tropezones de jamón o embutidos.
Con patatas de calidad, huevos y aceite de oliva, se elabora uno de los platos más sabrosos de la cocina española y que, en muchos restaurantes y bares, constituye toda una especialidad.