Murcia, reino de frontera. Entre Aragón y Granada

     Las últimas décadas del siglo XIII, poco tiempo después de la incorporación del Reino de Murcia a la corona de Castilla, dio paso a una crisis que se prolongaría durante casi dos siglos y que estuvo determinada por la condición, por parte de Murcia, de reino fronterizo, al sur con los musulmanes y al Norte con la Corona de Aragón.

     Los primeros años del siglo XIV estuvo marcada, además de la tensión militar con los musulmanes, por el conflicto sucesorio castellano y la incorporación, por un corto período de tiempo, del reino de Murcia a la corona de Aragón. La cuestión fue solucionada, al menos parcialmente, mediante el tratado de Torrellas-Elche, que divide el antiguo reino de Murcia entre la corona de Castilla y de Aragón marcando como frontera el río Segura.

     Respecto a la frontera granadina, las relaciones estuvieron marcadas por las continuas campañas bélicas, hecho que condicionaba completamente la vida cotidiana de los habitantes del reino; su existencia era dura, expuestos a cabalgadas, saqueos y destrucciones, además de la crisis económica y las periódicas epidemias de peste.

Contexto económico

     La situación política y militar tuvo una influencia directa en la economía del reino murciano; las ciudades, a finales del siglo XV, prácticamente mantenían la misma población que un siglo atrás, atrapadas en su mayoría, en su crecimiento, por el recinto amurallado que protegía el núcleo urbano.

     Sin embargo, durante el siglo XV, sobre todo a partir de 1434 con la conquista de Huéscar que alejó la frontera granadina, se inició una lenta recuperación de la economía murciana; se estimuló la repoblación del territorio, se intensificó la explotación agrícola del territorio y, al aumentar la población y, por tanto, la demanda, provocó que agentes comerciales foráneos, muchos de ellos genoveses, se instalarán en Murcia, ante las perspectivas de negocio que les ofrecía la nueva situación política.

     La segunda mitad del siglo estuvo marcada por otra crisis económica, determinada en parte por la inestabilidad bélica de las décadas centrales de la centuria, las sucesivas epidemisa de peste, además de varias inundaciones catastróficas del Segura que arrasaron cosechas y provocaron hambrunas.