En el sureste del término municipal de Caravaca, después de las pedanía del Royo y antes de llegar al término de la Junquera, existe una desviación con una carretera asfaltada que llega y desaparece al pie de las Casas del Retamalejo.

Se trata de un grupo de unas 10 casas totalmente abandonadas. Es en verdad un lujo el poder visitarlas, ya que la mayoría de las mismas tienen las puertas abiertas. Podemos observar perfectamente la organización, composición y estructura tanto de las casas como del núcleo rural.

La totalidad de las casas se caracterizan por una similar edificación tanto en sus estructuras como en los materiales escogidos para su construcción.

Se tratan de casas de dos pisos de planta rectangular, tejados a dos aguas y tejas de cañón. Las ventanas más grandes y enrejadas se encuentran en la primera planta, mientras que en la segunda consta de ventanas más pequeñas y en menor número.

La primera planta de casi la totalidad de las casas contiene la cocina, que está formada una chimenea y una alacena que en la mayoría de los casos está hecha sobre la pared. Lo curioso es que en el interior de la mayoría de las mismas se pueden encontrar aún hoy botes de arroz, de miel o hasta botellas de aceite.

En una esquina de la chimenea existía un pequeño hueco, se trata del horno, en él se solía hacer el pan o productos de confitería, en varios casos hemos podido ver como aún aguantan estoicamente el paso del tiempo y se mantiene en pie toda su cúpula.

Al lado de la cocina nos encontramos con dos amplias habitaciones destinadas a los dormitorios, subsistiendo en algunas de ellas camas de principios y mediados del siglo pasado. Antiguamente estas habitaciones estarían divididas en lo que se conocían como ¿alcobas¿. Se solía dividir la habitación en dos o en tres partes separadas normalmente por una manta que servía como puerta, en estos cubículos se solían establecer las camas que en esencia eran iguales que las de ahora, salvando algunas diferencias.

La parte donde dormiría la persona tan solo constaba de cuatro patas de madera junto con estructura rectangular del mismo material, encima de la misma se situaba el jergón, que se solía llenar de paja y sobre él se ponía el colchón que estaba lleno de lana.

En la parte superior de la casa, a la que se accede a través de unas escaleras macizas hechas con adobes, nos encontramos con la zona donde se guardaba la cosecha de almendras o el grano.

Por último, lindando con el tejado existían los palomares; a través de varios agujeros triangulares inscritos en la parte superior de la fachada entraban las palomas, que hoy en día son los únicos habitantes que quedan en este conjunto de casas.

Anejas a varias casas se hayan edificaciones de planta rectangular y de dimensiones un poco más reducidas. Su planta baja parece que servía como corrales o pajares para los animales, en algunos casos como gallineros. En varias de ellas existen unas escaleras hechas con piedras y adobes que por el exterior de la fachada nos llevan a un segundo piso en lo que parecen dependencias como almacenes tal vez de grano o de otros productos del  campo.

No podemos dejar de mencionar la estructura del tejado. Debajo de las tejas se encuentra un entramado de vigas y cañas unidas entre ellas con cuerdas de esparto. Dicho entramado era un aislante contra el frío y calor extremos que sacude a esta parte de la Región.

Es de resaltar  el pozo techado que contiene agua en los meses de estío y un horno, posiblemente de cal, en avanzado estado de deterioro.