De guardián del territorio...

    El enclave del castillo de Pliego fue elegido por sus constructores no por casualidad. Desde lo alto del cerro, que por su arriscada configuración se presta ya a su fácil defensa, se controla perfectamente el camino que comunica el valle del río Mula con la llanura del Guadalentín. De esta manera, cumplió perfectamente una labor estratégica de control del territorio circundante, de pastos, regadíos, caminos, gentes y ganados. Los arqueólogos Sánchez Pravia y García Blánquez, en su Guía de Pliego medieval (Murcia, 1995), fechan la obra en el siglo XII. El castillo respondería así a una labor de refortificación generalizada que se estaba dando en todo el reino musulmán de Murcia en aquella época, tanto en el periodo mardanisí como durante la dominación almohade. Sin embargo, la existencia del cercano castillo de las Paleras, apenas a 500 m de éste, y claramente abandonado, destruido y arruinado desde época bajomedieval, podría incidir en la hipótesis de que la fortaleza de Pliego hubiera sido construida en una fecha algo posterior, quién sabe si en época cristiana. Lo que sí parece estar claro es que el castillo de Pliego asumió las labores de elemento fortificado en el sector que había tenido el castillo de La Mota.

    ...a elemento de frontera

    Con la incorporación del reino de Murcia a la corona de Castilla, a mediados del siglo XIII, la fortaleza de Pliego (cualquiera que estuviese activa), iba a ser ocupada por las tropas castellanas, como consecuencia del tratado que firmó el rey de Castilla con el de Murcia en Alcaraz (1243). Al parecer, el lugar de Pliego, habitado aún por población de origen musulmán, fue comprado por la Orden de Santiago hacia los primeros años del siglo XIV, pasando a formar parte de los extensos señoríos que la orden poseyó en el reino de Murcia; en concreto, entró a formar parte de la encomienda que los monjes centralizaban en Aledo. El castillo de Pliego se convirtió en parte integrante de la poderosa y extensa red de fortificaciones que los caballeros de Uclés mantenían en el territorio que lindaba con las tierras del rey de Granada. Surgió entonces como un castillo frontera, que mantendría su carácter hasta la lenta disolución de ésta. El fin de la vida fronteriza, con el constante estado bélico y la frecuente sensación de peligrosidad, se prolongaría, aunque decayendo de forma progresiva, hasta el siglo XVII.