Bajo la autoridad de los Hospitalarios

Si bien, al parecer, los orígenes de la fortificación de Calasparra se han de remontar al siglo XII, las fuentes históricas comienzan a ofrecer datos sobre el castillo a finales del siglo siguiente. Tras la incorporación del reino de Murcia a la corona de Castilla, y en el transcurso de un tormentoso final político del siglo XIII, Sancho IV, hijo de Alfonso X el Sabio, realizó la donación de Calasparra, junto a Archena y todos sus campos circundantes, a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén, llamada a lo largo de la historia del Hospital, de Rodas y de Malta. Surgió así una encomienda con grandes recursos agrícolas (y por ende, económicos) gracias a la fértil vega que la conforma.

Algunos historiadores han relacionado esta concesión con la intención del monarca de no engrosar, aún más, los dominios de la Orden de Santiago en el Reino de Murcia, e introducir un punto que distorsionara la homogeneidad de los extensos territorios santiaguistas. Fuera como fuese, el carácter colonizador y guerrero de las órdenes militares contribuyó a afianzar y consolidar, en mayor o menor medida, el poder de Castilla frente a la Granada nazarí y a los territorios de la corona de Aragón, más aún cuando los cercanos campos de Jumilla quedaron anexionados a la gobernación de Orihuela hasta mediados del siglo XIV.

La fortaleza de Calasparra se convirtió en el símbolo más significativo del poder de la Orden Militar sobre estos territorios, y el comendador de la localidad, uno de los personajes relevantes del Reino de Murcia. Sin embargo, el castillo fue perdiendo importancia a lo largo del siglo XVI, hasta que durante el siglo siguiente las guarniciones y la administración dependiente de los hospitalarios fueron trasladándose al interior de la villa (a edificios como el de la Encomienda), por lo que los muros de la fortaleza fueron arruinándose.