Una castillo cercano a la costa

La fortaleza de Calentín es posible que hunda sus raíces en un momento tardío de la ocupación islámica, quizá en torno al siglo XII, cuando un considerable número de explotaciones rurales, de Alquerías, se situaron en la marina murciana (en este caso, por ejemplo, Chuecos, Ugéjar, Amir, Ífre?). Nacidas gracias a un alumbramiento de agua y a la gran presión demográfica existente en aquellos momentos, muy pronto el control y la seguridad sobre el territorio se realizó desde castillos enclavados en lugares estratégicos que vigilaban extensos campos entre la costa y el interior.

Con la incorporación del Reino de Murcia a la Corona de Castilla en 1243, comenzó un proceso de despoblación del territorio, que concentró a los habitantes que no quisieron o no pudieron irse en unos pocos núcleos urbanos sólidamente amurallados. En unos campos desiertos, algunos castillos, ya no asociados a poblaciones estables sino meros enclaves militares, pudieron continuar ejerciendo sus labores estratégicas en los espacios rurales murcianos. No es descartable, y así lo sostienen algunos historiadores, la intermitencia en la ocupación de la fortaleza. La activación del castillo estaría entonces relacionada con periodos de extrema peligrosidad bélica. La condición de eventualidad de la fortaleza llevó a que, en un momento dado, algunos de éstos fuesen destruidos definitivamente para evitar su ocupación por el enemigo.

Alonso Navarro identifica esta fortificación con el castrum Calentinum citado por Plinio y Vitrubio. Pero es durante la Baja Edad Media cuando encontramos algunas referencias documentales a Calentín, parcas aunque conocidas en los siglos XIV y XV, relacionadas siempre con un peligroso entorno asolado periódicamente por incursiones de corsarios berberiscos. Sin embargo, la concentración poblacional que se fue produciendo en el actual núcleo de Mazarrón a partir de la puesta en explotación de las minas de alumbre (en la segunda mitad del siglo XV), fue relegando progresivamente las tareas defensivas de Calentín en favor del nuevo castillo que el marqués de Los Vélez construyó sobre el cerro de San Cristóbal, en las antiguas Casas de los Alumbres de Almazarrón, germen de la actual villa.