El edificio, construido en sólida sillería, se inscribe en una planta rectangular que quiebra hacia la mitad, por lo que presenta al exterior dos caras que se levantan sobre un primer cuerpo taluzado a modo de pedestal. Así, un flanco mira hacia Escombreras y el mar abierto, mientras que el otro vigila la estrechez del acceso a la dársena.

El exterior está dominado por la verticalidad de sus altos muros, horadados por las ocho cañoneras y elevados sobre un potente basamento también de sillería unida con argamasa de cal.

El acceso a su interior se efectúa por su fachada terrestre, a través de una puerta casi monumental, adintelada, que aún conserva muy deterioradas sus gruesas hojas de madera.

El interior se organiza en torno a un patio corredor en el que se abren armoniosamente las estancias abovedadas que albergan los cañones de mayor calibre, ocho en total, a través de grandes vanos en cuya parte superior se dispone una ventana que amplía el área de ventilación del humo de las pólvoras utilizadas al disparar las piezas. Cada una de estas estancias, comunicadas entre sí de cuatro en cuatro, están cubiertas con bóvedas a prueba de bomba.

En la terraza del edificio, a la que se accede a través de dos escaleras de caracol situadas en ambos extremos de la fortificación, se situaron los cañones de menor calibre. Los muros que cierran el fuerte por la parte de atrás están aspillerados para poder emplazar fuego de fusilería, y defenderse así de un ataque por tierra.

En cada una de estas caras o flancos se abren cuatro troneras por las que podían disparar las ocho piezas de artillería que alojaba el interior de la fortificación. El poder ofensivo se completaba con otras nueve piezas que se situaban en un plano superior del edificio, tras el parapeto de la terraza.