Tradicionalmente se asocia arqueología con excavación, entendida como la remoción de tierra, tanto al aire libre como bajo el agua, y el análisis de estructuras y cultura material realizados con metodología arqueológica y, en ocasiones, con la colaboración de profesionales de otras disciplinas totalmente ajenas a la arqueología.

Pero la arqueología ofrece además otras posibilidades de intervención y conocimiento de nuestro pasado. Así, la prospección arqueológica, cuando se realiza de manera intensiva en un territorio o comarca, permite realizar estudios integrales sobre el doblamiento en un período determinado, sin necesidad de realizar ningún movimiento de tierra, mediante el estudio de yacimientos, áreas de dispersión de material arqueológico, áreas de captación de materia prima, visibilidades o vías de comunicación.

Otras disciplinas, como la arqueología de la muerte o la arqueología de la arquitectura abordan nuestro pasado desde otra perspectiva. La primera trata un aspecto de nuestra historia que va más allá de lo estrictamente material, ya que no sólo estudia los restos óseos, obteniendo información sobre edad, sexo, enfermedades o alimentación de un individuo, además aborda otras cuestiones relacionadas con las creencias, la religiosidad o el ritual funerario. Por su parte, la arqueología de la arquitectura estudia la evolución de las sociedades del pasado a través de los documentos materiales arquitectónicos, comprobando de este modo, la reutilización de materiales romanos o árabes en edificios que antes se pensaban que era de una época determinada. Un ejemplo es la reutilización de elementos ornamentales del teatro romano de Cartagena, como capiteles, basas o epígrafes, en edificios posteriores como el mercado bizantino o la catedral vieja.