Yacimientos


La cultura argárica se desarrolló a lo largo del III milenio a.C. en el sudeste peninsular, en un área que corresponde a las actuales provincias de Murcia y Almería, y parte de Jaén, Granada, Albacete y Alicante. Sus señas de identidad presentan una gran singularidad, lo que despertó el interés de investigadores y eruditos desde hace más de un siglo.

Como en épocas precedentes, el poblamiento parece responden a una ocupación selectiva del territorio, próximos a recursos hídricos, desde los cuales se controlan amplias extensiones aptas para el laboreo agrícola, el pastoreo y el trabajo minero, y situados junto a cauces de ríos y ramblas, rutas o caminos por los que se transitaba para efectuar el trueque o intercambio del excedente de todas las materias primas, y/o productos elaborados en poblados o zonas determinadas para tal fin.

Tradicionalmente se ha vinculado este poblamiento a asentamientos en altura, que buscaban la protección de las defensas naturales del relieve en el que se emplazaba el poblado, protegiéndose los lugares más accesibles con murallas y torreones, como en el Cerro de las Viñas (Lorca). Además ésta ubicación permitía un óptimo control del territorio circundante así como de las vías de comunicación próximas.

Entre todos los yacimientos argáricos de la Región destaca el gran poblado de La Bastida (Totana), y el que poco a poco se está sacando a la luz bajo el casco urbano de la ciudad de Lorca, núcleos poblaciones con un desarrollo demográfico superior a los de su entorno y que a lo largo del II milenio a.C. fueron los centros generadores de las nuevas tendencias que se extienden por el sureste de la Península Ibérica.

Sin embargo, se conocen otros poblados que se asientan en llano o pie de monte, con casas aisladas, sin ningún tipo de construcción defensiva, documentado en yacimientos como el Rincón de Almendricos o Los Cipreses.

Uno de los aspectos más singulares de la cultura del Argar son sus prácticas funerarias. Se trata de enterramientos de inhumación, realizados en el interior de los poblados, bajo las casas o junto a ellas. Por lo general, se realizaban inhumaciones individuales, aunque también se conocen dobles y, mucho más escasas, triples. Podían realizarse en urnas, en cistas formadas por lajas de piedra o en covachas.

Para la cultura del Argar ya se puede hablar de una sociedad plenamente agrícola, actividad desarrollada junto a los cauces de ríos, pie de montes y ramblas de toda la Región. También se practicaba la ganadería, fundamentalmente de ovicápridos, bóvidos y équidos, y la minería con la explotación de afloramientos de cobre que abasteció la industria metalúrgica argárica

La cultura material es otra de las señas de identidad de la cultura Argárica. Los argáricos eran magníficos alfareros que modelaban a mano vasijas de barro, por lo general sin decoración, con fondos curvos y superficie lisa y bruñida. Fueron también excelentes metalúrgicos; elaboraron armas, herramientas y adornas en cobre, bronce, plata y oro. Junto a estas piezas, también se documentan objetos de piedra, en hueso y, mucho más escasos, en madera.