Sus modos de subsistencia

Aunque la mayor parte de las estructuras que se conservan en la actualidad pertenecen a la cultura ibérica, el cerro fue testigo de varias fases de ocupación que se inician en el eneolítico. Éstas se conocen únicamente por el hallazgo de restos cerámicos dispersos sobre la cima del cerro y sus laderas.

La totalidad de las estructuras son de época ibérica, iniciándose su ocupación en el siglo V a.C. y abandonándose probablemente a finales del siglo II a.C, en el marco de las campañas militares entre Roma y Cartago en la Segunda Guerra Púnica.

El yacimiento se construyó sobre un cerro escarpado, de difícil acceso, que fue protegido con defensas artificiales allí donde las naturales no servían para defenderlo. Fue erigido en las proximidades de varios cursos de agua (dos afluentes del Segura lo rodean) y de una fuente de agua, por lo que el abastecimiento de agua estaba asegurado. Al contrario de otros poblados ibéricos de la Región, éste estaba muy alejado de las principales vías de comunicación, por lo que la base de su economía fueron los recursos agropecuarios: los trabajos de excavación constataron el cultivo de leguminosas, cereales y la vid, además de plantas textiles como el esparto, el lino o el junco. Los restos de estas plantas fueron en ocasiones hallados carbonizados en el yacimiento.

Junto a la agricultura, la ganadería fue el pilar que aseguro su subsistencia. Un considerable ganado de ovicápridos proporcionaría lo necesario para su alimentación y la lana para los vestidos. Un tercer aporte alimentario procedería probablemente de la pesca, aprovechando los dos cursos de agua en las proximidades del cerro.