El siglo XX


El siglo XX se iniciaba bajo la conmoción provocada por la pérdida de las últimas colonias ultramarinas y, a la vez, por el auge del regeneracionismo promovido por los intelectuales del momento. En las monedas, el retrato del nuevo monarca, Alfonso XIII, que había subido al trono siendo aún un niño, evolucionará desde las primeras emisiones de 1888 (los "pelones") hasta su efigie de adulto, en 1926. Un año antes se iniciaban las emisiones de moneda de cupro-níquel, con las piezas de 25 céntimos, así como la generalización del papel moneda.

El valor intrínseco dejará de ser una referencia en la moneda, quedando su valor garantizado por las reservas de metales preciosos del estado. Una de las consecuencias de este hecho fue la especulación y retirada de la moneda de plata, que pronto se reveló en toda su intensidad, debido a la inestabilidad política que precedió a la Guerra Civil. Poco después, tras el estallido del conflicto, el atesoramiento de cualquier tipo de metal fue bueno como garantía material.

En el fondo, los particulares actuaban como el propio estado procurándose esa reserva de contenido metálico. Así las cosas, la II República llevó a cabo una serie de intentos desesperados para retirar la plata de la circulación, promoviendo su intercambio por unos denominados "Certificados de Plata", de 5 y 10 pesetas, emitidos por el Banco de España. Y lo mismo sucedió con el cobre y el níquel, necesarios para la fabricación de armas y munición. A pesar de los esfuerzos y las medidas represoras del atesoramiento, la situación de penuria monetaria fue un hecho evidente que llevó de nuevo en la práctica a una economía de trueque. Aún así, a nivel municipal se intentó paliar mediante la emisión de todo tipo de bonos, cupones, vales y papel moneda que permitiera el desarrollo de las transacciones cotidianas. De ahí que los valores faciales rara vez superaran la peseta, incluyendo en sus diseños motivos alegóricos a la República o, más comúnmente, el propio escudo del municipio, monumentos o paisajes del mismo.

El Gobierno republicano reaccionó finalmente en 1937 prohibiendo estas emisiones y acuñando piezas en cobre, latón e incluso hierro, destinadas a proveer de moneda fraccionaria al mercado. En última instancia, llegaron a ponerse en circulación discos de cartón a los que se les adhirió un sello postal en una de sus caras. Cabezas femeninas, con o sin el gorro frigio y símbolos alusivos a la agricultura y a la industria fueron los tipos elegidos. Mientras tanto, el bando nacionalista no llevaría a cabo una retirada de la plata y la calderilla (perras chicas y perras gordas) hasta el final de la contienda. Se realizó una única emisión de moneda al tiempo que se reprimieron los tímidos intentos de emitir moneda municipal.

La nueva tipología surgida tras la victoria del general Franco retomaría los símbolos de los Reyes Católicos (águila de San Juan enmarcando el escudo) o, incluso, del jinete lancero ibérico, en las piezas de 10 y 5 céntimos. En 1947, la efigie de Franco, realizada por Mariano Benlliure ocupará el anverso de las piezas, realizadas en cupro-níquel, níquel o aluminio, si bien este último pronto sería retirado para otros fines. En 1966, un intento de introducir una moneda de plata con un valor de 100 ptas. volvió a provocar su atesoramiento por lo que dejó de acuñarse cuatro años después.

La monarquía constitucional de Juan Carlos I volverá a la tipología tradicional del retrato del monarca en anverso y escudo real en reverso, a veces rodeado por el toisón de oro. No obstante, se emitirán series conmemorativas dedicadas a la celebración de destacados eventos deportivos e institucionales, así como otras alusivas a las distintas comunidades autónomas. El 1 de enero de 2002, la peseta dejaba oficialmente de prestar sus servicios en beneficio de la moneda única europea, el euro. Se cerraba así una etapa iniciada en 1868 en el ámbito de otro intento de unificación económica y monetaria, finalmente cristalizada en la actual Unión Europea.