El convulso siglo XIX


El siglo XIX se inicia con el estallido de la Guerra de la Independencia y dará paso a una etapa de enfrentamientos entre absolutistas y liberales, así como a la pérdida de las colonias americanas. La instauración en el trono del hermano de Napoleón, José Bonaparte, ocasionará algunos cambios en los aspectos formales, como el giro en la representación del busto (hacia la izquierda) y el abandono de las pelucas propias de los Borbones. En los reversos, el nuevo escudo de seis cuarteles introduce el escusón de los Bonaparte (el águila imperial) en el centro, además de la alusión a los dominios americanos (columnario), a pesar de que éstos no reconocieron su autoridad y continuaron sus emisiones a nombre de Fernando VII.

El nuevo monarca no llegó a introducir el sistema métrico decimal, implantado en la Francia napoleónica y que se adoptaría finalmente en el reinado de Isabel II. A la mención, ya indicada, del valor en reales de vellón vendrá a sumarse, en una serie de emisiones acuñadas en Barcelona, la aparición por vez primera de la palabra peseta, nombre tradicional con que eran conocidas en Cataluña las monedas de 2 reales. Por su parte, las Juntas de Defensa surgidas como respuesta al régimen de Napoleón, continuaron una política de acuñaciones a nombre de Fernando VII, de acuerdo a las posibilidades que imponían los avatares del conflicto. En unos casos trasladando la maquinaria de unas ciudades a otras o bien improvisando talleres que dieron lugar a las más variadas emisiones obsidionales o de emergencia. En una de las más simples, acuñada en Gerona en 1808, aparece por vez primera la palabra duro estampada sobre un cospel circular de un real de a ocho.

Durante el desarrollo del conflicto contra los franceses, Murcia quedó enclavada una vez más en esa encrucijada que unía los dos frentes de operaciones, Andalucía y el Levante, lo que no evitó que fuera objeto de una serie de operaciones de castigo y saqueo dirigidas por el general Sebastiani y el mariscal Soult, en 1810 y 1812, respectivamente. El temor a estas incursiones probablemente motivó la ocultación de una considerable suma (1056 reales de a ocho) en la denominada Casa de los Palazones, sita en la plaza José Esteve de Murcia.

Finalizada la contienda, las emisiones de Fernando VII retomaron el aspecto característico anterior a la misma, si bien pronto se verían afectadas por las consecuencias del levantamiento liberal de 1820. En las leyendas, a partir de ahora ya en castellano, el rey lo sería por la gracia de Dios y la Constitución y se mantendrían los valores indicados en reales de vellón. La posterior reacción y derrota de los constitucionalistas por parte de los Cien Mil Hijos de San Luis dejaría también huella en la moneda, como la acuñada en Valencia con el lema Valencia sitiada por los enemigos de la libertad.

Tal vez a las consecuencias e inestabilidad derivadas de este primer episodio de enfrentamiento entre liberales y absolutistas pueda deberse la ocultación del tesoro de escudos y fracciones de escudo hallado en la Casa Valderas de Torre Pacheco, tal y como señalan los autores de su estudio.

El reinado de Isabel II (ya sólo reina de las Españas y no de las Indias, a partir de 1836) se caracteriza, en sus últimos años, por un acercamiento a los patrones europeos. Se buscaba simplificar la complicada escala de valores heredados de sistemas anteriores, por lo que en 1848 se adopta el sistema decimal para el cobre, creando las décimas de real y, en 1864, el escudo de plata equivalente a 100 céntimos. Las cecas se identificaron a partir de ahora por unas estrellas situadas entre la indicación del valor y en función del número de puntas de las mismas.

Con el derrocamiento de Isabel II (1868), el Gobierno Provisional adopta ya oficialmente ese sistema métrico decimal, instaurando la peseta como unidad, aunque sin llegar a adherirse a la Unión Monetaria Latina. Este organismo, constituido en 1865, pretendía unificar peso, módulo y ley de las emisiones de oro y plata de los países integrantes, a fin de que ningún estado permitiese circular monedas que no reunieran ese estándar requerido. Francia, impulsora de la idea y precursora del sistema monetario decimal, Bélgica, Italia, Suiza y, más tarde, Grecia, fueron los únicos integrantes de derecho.

Como era de esperar, los cambios producidos tras la caída de Isabel II se iban a trasladar al aspecto formal de las monedas, a fin de marcar un distanciamiento respecto del pasado monárquico. Para el nuevo diseño, que debía evidenciar ante todo la imagen de la nación, se solicitó un informe a la Real Academia de la Historia. Así surgió, en la plata, el tipo de la matrona recostada sobre los Pirineos, esto es, la antigua personificación de Hispania impresa en los aúreos de Adriano, aunque con el añadido de la corona mural, que también se incorporará a partir de ahora al escudo nacional del reverso. En las monedas de cobre, la matrona aparece sentada portando la rama de olivo que la identifica, mientras en el reverso figura un león rampante que sostiene el escudo nacional. Esta representación, un tanto atípica, por la forma que adopta el animal, hizo que el público la identificara más como la de un perro y de ahí el apelativo popular de perras chicas y perras gordas con que se conocieron las piezas de 5 y 10 céntimos, respectivamente. Por lo demás, tanto en la plata como en el cobre se hacían constar los valores, el peso, la ley (en la plata) o el número de piezas fabricadas a partir de un kg. (en el cobre). La información incluía también el nombre de grabador, L. Marchionni y el de la empresa francesa contratada desde 1865 para realizar la tarea de acuñar, bajo las siglas O.M. (Oeschger, Mesdach & Cía.).

El errático curso de la política española del momento llevó a la proclamación de un nuevo rey apenas dos años después de la caída de Isabel II. Amadeo I de Saboya, que emitió moneda de oro y plata, volvió a introducir el escudo real en el reverso con el añadido del escusón central de la Casa de Saboya. La hostilidad profesada por unos y otros (republicanos, carlistas y alfonsinos) provocó su abdicación tres años más tarde dando paso a la I República en 1873.

El nuevo gobierno, que apenas duraría un año, no llegó a emitir moneda propia, recurriendo a los tipos del reinado de Amadeo en la plata, del Gobierno Provisional en el cobre e incluso de Isabel II en el oro (escudos). Todo ello según puede deducirse de la nueva costumbre de introducir, en el anverso, a ambos lados de la fecha que regulaba la emisión, el año real de acuñación en marcas de estrella. El final de la República viene marcado de modo especial en nuestra región por el episodio del Cantón de Cartagena, que improvisó una singular Casa de Moneda en el taller de calderería del Arsenal. De allí salieron los duros cantonales que portan como único distintivo las leyendas Revolución Cantonal, 5 pesetas y Cartagena sitiada por los centralistas, septiembre 1873.

El siglo finalizaría con la Restauración de los Borbones en la figura de Alfonso XII y la vuelta, con ello, a la tipología tradicional en las monedas anteriores al denominado Sexenio revolucionario. El nuevo régimen caracterizado por la alternancia de liberales y conservadores consolidaría una estabilidad añorada en el panorama del conv