Territorio de frontera. Cristianos y musulmanes


Como solía ser habitual en el mundo antiguo, los primeros reinos cristianos (Castilla, León, Aragón, Navarra), ya fuera por razones de penuria o por asimilación del numerario más apreciado no dudaron en utilizar e imitar la moneda andalusí de oro y plata. De ellas tomaron denominaciones y metrología (maravedís "morabetinos", doblas o dirhemes) e incluso la propia epigrafía, en algún caso. Más tarde, la escasez y falta de suministro provocada por la debilidad de las últimas taifas y las acometidas de almorávides y almohades, llevaría a la fabricación de moneda propia, hacia finales del siglo XI.

En el ámbito castellano, Alfonso VI acuña, tras la conquista de Toledo (1085), los primeros dineros de vellón (una vez más el recurso a la mezcla de plata y cobre) que dominarán el circulante del mundo medieval peninsular. Piezas donde la cruz, el crismón o motivos vinculados a las diócesis vuelven a marcar los tipos alusivos a la autoridad emisora, junto a retratos de frente o perfil del monarca. La definitiva unificación de Castilla y León daría lugar a la aparición de los tipos heráldicos, "parlantes", de ambos reinos, de manera individual en cada una de las caras, o agrupados en los clásicos cuatro cuarteles del escudo castellano. En el siglo XIV, Pedro I introduce el real como la unidad de plata del sistema monetario de Castilla, que perdurará, con sus múltiplos y divisores, hasta los inicios del siglo XIX. En el oro, la dobla o doble dinar, de tradición almohade y, más tarde, nazarí, se emitirá con una variedad de tipos y múltiplos, cuidando sobremanera tanto su pureza metálica como la calidad de su acuñación. Sin duda, estaban llamadas a ser el mejor escaparate del reino y a convertirse en algunos de los mejores ejemplares del arte monetario del momento (doblas y múltiplos de dobla de Pedro I, Juan II o Enrique IV).

Por el contrario, otras denominaciones como el ya mencionado maravedí, surgido como imitación de la moneda de oro almorávide, posteriormente acuñado en plata y vellón, acabaría transformado en una pieza de cobre de escasa valoración.

Hay que destacar el hecho de que algunas de estas primeras monedas incluyan en algunas de sus caras motivos exclusivamente epigráficos, como los cuartos de maravedís de Alfonso X del tesoro de La Pita o los reales de Pedro I y los diferentes Enriques. Estos últimos incorporan invocaciones religiosas (Dominus Michi Adiutor et Ego Dispiciam Inimicos Meos) que, junto a los lemas dinásticos y propagandísticos, comenzarán a ser habituales en la monarquía hispana.

Murcia, como territorio de frontera, atestigua la presencia conjunta de numerario islámico y cristiano en tesoros como el de La Pita (Alhama de Murcia), al tiempo que la ciudad mantuvo su carácter de ceca emisora desde el reinado de Alfonso X hasta los Reyes Católicos.

Otra frontera, la establecida con el reino de Aragón, dejará también como testimonio la acuñación de unos rarísimos ejemplares de diners emitidos por Jaime II de Aragón durante el breve episodio de ocupación acaecido entre 1296-1301. Por último, hay que señalar cómo Lorca continuó acuñando moneda en época cristiana de forma esporádica. Así, el archivo municipal de esta ciudad conserva el privilegio otorgado por Fernando IV en 1297, donde se especifican y regulan las características de las emisiones.

La dinastía Nazarí de Granada

El emirato de Granada había surgido como una taifa más en el contexto de inestabilidad que surge tras la disgregación del califato almohade en al- Andalus. De todas las taifas que surgieron, fue la única que consiguió mantenerse en el convulso mapa político peninsular del siglo XIII y con ella culminaría el dominio islámico en la península ya a finales del siglo XV. La moneda nazarí continuó, a grandes rasgos, con el diseño empleado en el período almohade. La epigrafía era especialmente cuidada, lo que dio lugar a ejemplares de una gran belleza. A partir de Muḥammad II, los dinares van a ser muy reconocibles, por la aparición, en los cuatro fragmentos de anverso y reverso, de la leyenda solo Dios es victorioso, que también es el lema principal que se repite en La Alhambra. La ceca principal es Granada aunque también se acuña moneda en Almería. No se indica en las monedas dato alguno sobre la fecha pero sí la genealogía de los gobernantes, tal y como ocurría con la moneda almohade.

Los dírhams continúan siendo de forma cuadrada, siguiendo de esta forma el modelo empleado por los almohades para esta unidad monetaria. Los dinares se realizan en oro de buena calidad, aunque en ocasiones son de electro (aleación de oro y plata). En el Tesoro de la Plaza Yesqueros de Murcia aparecen dinares de oro junto a otros realizados en electro. También son frecuentes ejemplares realizados directamente en plata, lo que tal vez está poniendo de manifiesto las dificultades económicas por las que atraviesa el estado nazarí en el período final.

Qvos deus coniunxit homo non separet

Este lema, incorporado a las monedas de los Reyes Católicos, simbolizaba, en lo personal y lo institucional, la unión de las dos coronas (Castilla y Aragón) que, tras la conquista definitiva del reino nazarí de Granada y, poco más tarde, el de Navarra, completaría el proceso de unidad dinástica de la Península Ibérica. No obstante, en lo económico, al igual que en otros aspectos de su gobierno, ambas coronas mantendrían sus sistemas monetarios y denominaciones propias en los tres metales. Algo que no fue un obstáculo a la hora de que las diferentes monedas circularan y se atesoraran de forma conjunta como demuestra el tesoro áureo de Yesqueros, que incorpora también piezas nazaríes, italianas y portuguesas.

Los tipos y características de las monedas del nuevo reino se fijarían básicamente a través de la Pragmática de 1497. La antigua dobla, renombrada como enrique y castellano, pasará a conocerse como excelente de la granada, a partir de la introducción en el escudo del reverso del símbolo de la última conquista, y tomará el patrón del ducado veneciano, la moneda de oro más extendida en la Europa del momento. La propaganda dinástica se dejará sentir en todas y cada una de las emisiones, mediante las cabezas afrontadas de los monarcas, en el oro, o a través de los símbolos y las letras alusivas a sus nombres (yugo y flechas en los reales de plata, letras F e Y coronadas en las blancas, dineros y maravedís de vellón y cobre). El escudo heráldico irá ampliando progresivamente sus cuarteles para alojar los nuevos dominios incorporados (Aragón-Sicilia, reino de Granada) como preludio de la expansión territorial de la futura monarquía de los Austrias.