Los reinos de taifas y las dinastías norteafricanas


Entre las principales dinastías andalusíes que consiguen cierta hegemonía en la península a lo largo del siglo XI, destacan la abbadí de Sevilla, la hammudí de Málaga y Ceuta, la dunní de Toledo, la de los Banū Aftas de Badajoz, la de los Banū Hūd de Badajoz o la amirí de Valencia. En Murcia, dos linajes enfrentados, el de los Banū Jaţţāb, presentes en el territorio de Tumīr desde el siglo VIII y, posteriormente, el de Banū Ţāhir, llegaron a tener cierta hegemonía en la zona. En los últimos años del siglo XI, el territorio de Tumīr pasa a depender de la taifa sevillana de al- Mu`tamid.

La proliferación de pequeños reinos independientes, tiene un fiel reflejo en la producción monetaria, donde aparecen una gran cantidad de cecas y gobernantes. Es uno de los períodos más ricos y a la vez más complejos de toda la numismática de al- Andalus.

Las unidades monetarias se mantienen aunque también circulan monedas de otras zonas del Mediterráneo, específicamente moneda fatimí procedente del Norte de África y Sicilia.

Un claro ejemplo de todo ello lo constituye el conjunto numismático recientemente hallado en la calle Jabonerías de Murcia. En cuanto a sus aspectos formales, la moneda producida en al- Andalus a lo largo del período recoge el modelo califal, mostrando en algunos casos una mayor independencia, como es el caso de las taifas de Málaga, Toledo y Denia, y en otros, un intento por mantener los preceptos califales, como es el caso de la moneda de hamudíes y abbadíes.

Durante todo el siglo XI, los dírhams están sujetos a una fuerte depreciación dado su poco contenido argentífero. La escasez de plata es un hecho documentado en todo el Mediterráneo a lo largo del período. El protagonismo de los dinares estaría indicando importantes contactos con el Norte de África, desde donde eran controladas las rutas de acceso al oro subsahariano. En ocasiones, los dinares llegan a ser de electro (aleación de oro y plata), quizás en un claro intento de disminuir la diferencia de valor existente entre el dinar de buena ley y el dírham fuertemente devaluado. El período también se caracteriza, en general, porque los divisores de dinar son tan frecuentes como irregulares. En definitiva, todo esto estaría indicando una situación de crisis económica de estos estados independientes, acrecentada por la presión fiscal a la que eran sometidos por parte de los reinos cristianos.

La debilidad política, militar y económica de las taifas peninsulares frente a los reinos cristianos, los obligó a pedir ayuda al emir de los almorávides norteafricanos, Yusuf Ibn Tasfin. Gracias a la intervención militar almorávide, las taifas se verían en poco tiempo liberadas de la presión cristiana, aunque pronto pasarían a estar bajo el poder almorávide, que consiguió afianzar su poder en territorio andalusí durante algo más de un siglo. Los cambios que se producen en el plano político se van a ver rápidamente reflejados en la moneda ya que empieza a circular el dinar almorávide, sin duda una de las monedas mejor valoradas en aquel momento en todo el Mediterráneo. Se caracteriza por ser una moneda de muy buena ley ya que el emir almorávide controla perfectamente las rutas de acceso a las minas de oro subsaharianas. La metrología será muy estable a lo largo de todo el período, con un peso cercano a los 4 gramos.

La epigrafía, muy cuidada, siempre hace referencia al Imán Abd Allah como emir de los creyentes así como a la fecha y la ceca. La principal ceca del norte de África será Siyilmasa y en al- Andalus se establecen cecas en prácticamente todas las ciudades principales (Badajoz, Valencia, Denia, Almería, Granada, Murcia, Córdoba y Sevilla) siendo estas dos últimas las más activas y prolíficas. Esta excepcional moneda será imitada por el reino de Castilla, en donde recibirá el nombre de maravedíes (morabetinos).

La plata almorávide es muy inferior en calidad y cantidad al dinar, expresando la escasez de este metal en todo el Mediterráneo que ya se había iniciado en el siglo anterior. Es bastante frecuente encontrarla en quirates de peso inferior a un gramo y en sus fracciones. En cuanto a aspectos puramente estilísticos, el dírham almorávide se caracteriza por introducir por primera vez la escritura cursiva o nasjí.

En el caso de Murcia, la dinastía de Muḥammad Ibn Saʽd b. Mardanīs, conocido como el "Rey Lobo" en las crónicas cristianas, (1147- 1172 d. C) consigue, durante más de un cuarto de siglo, combatir la presión de los almohades. Los dinares almorávides realizados en Murcia en este período son un claro ejemplo de ello y su presencia en Castilla nos estaría hablando de los pagos del emir murciano a los castellanos a cambio de ayuda militar. Son de esta época los magníficos ejemplares de dinar con ceca Murcia conservados en el Museo de la casa de la Moneda y en la Real Academia de la Historia. Curiosamente y por paradojas del destino, no se ha documentado ningún ejemplar en las numerosas excavaciones realizadas en la madina mursiya ni en ningún otro emplazamiento del periodo.

La llegada de los almohades produjo numerosas transformaciones en la moneda andalusí. En los aspectos formales, los dinares modifican su imagen de orlas a favor de la aparición de un cuadrado central que deja cuatro segmentos en los extremos de la moneda, todos ellos con leyendas epigráficas. A partir de 1185, el dinar pasa a tener un peso de 4, 5- 4,7 gr, valor que se aproxima al de la moneda de oro en tiempos del profeta en La Meca. Esta nueva medida es conocida por los cristianos como dobla, y se incorpora durante todo el período medieval cristiano, hasta la reforma de los Reyes Católicos.

En cuanto a los dírhams, se produce un cambio fundamental, ya que pasan a tener forma cuadrada, situándose las leyendas en el espacio central.

Los almohades eliminan la indicación de la fecha mientras que la ceca aparecerá en contadas ocasiones. La leyenda religiosa hará referencia a al Mahdī (el bien guiado), término que se refiere a Ibn Tumart, el fundador político y teológico de la dinastía almohade. Una importante novedad es que las monedas detallan la genealogía de los gobernantes almohades, lo que aporta una gran información historiográfica.

El poder almohade concluye con la famosa victoria de Alfonso VIII en las Navas de Tolosa en 1212, lo que permitió a los ejércitos cristianos avanzar por territorio de al Ándalus. En esa situación de fragmentación política e inestabilidad algunos gobernadores regionales consiguen frenar por un tiempo del avance cristiano. En el caso de Murcia, Ibn Hūd al Mutawakkil, consigue ser reconocido en diferentes lugares como Córdoba, Sevilla, Málaga, Játiva, Granada o Ceuta durante un corto período de tiempo. Las monedas de al Mutawakkil son muy diferentes a las de los almohades, acercándose más al modelo abbasí, dinastía a la que el emir murciano muestra sumisión religiosa. Los dirhams vuelven a ser circulares, tal y como vemos en el tesorillo de plata del Castillo de Quípar, de Cehegín, en el que, junto a monedas almohades, aparecen dos dírhams circulares mandados acuñar por Ibn Hūd al-Mutawakkil con ceca Murcia. En cuanto a las monedas de oro, en algunas ocasiones vuelve a aparecer la ceca y la fecha.

En el año 1238 Ibn Hūd fallece y tras él una sucesión inestable de gobernadores no consiguen frenar el avance cristiano. Finalmente Muḥammad Ibn Hūd decide, en 1243, capitular frente a Castilla en Alcaraz. En la época de protectorado castellano en tierras murcianas (1243-1266), se mantienen las emisiones acuñadas por la dinastía hudí hasta 1259 aunque en 1257, Alfonso X inicia un control de las mismas.

En el período de sublevación mudéjar, Abū Bakú b. Hūd al- Wāţiq (1263-1266), realiza sus propias emisiones, a nombre del califa hafsí norteafricano. Es en este período de revuelta donde debe quedar enmarcado el tesorillo de la Finca de La Pita de Alhama de Murcia.