La Casa de Austria. Luces y sombras de un imperio donde no se ponía el sol


El sistema monetario y la mayor parte de las denominaciones implantadas por la reforma de 1497 perdurarán hasta el reinado de Carlos I, incluso a nivel formal, manteniendo los tipos y leyendas de los Reyes Católicos, como en el caso de los reales de plata. En 1535, no obstante, bajo el reinado de Juana y Carlos (el futuro emperador) se inician las emisiones en la América hispana, introduciendo el nuevo tipo alusivo al descubrimiento con el mote Plus Ultra y las columnas de Hércules, que acabaría incorporado al escudo nacional hasta nuestros días. De igual forma, las leyendas añadirán también a partir de ahora el título de Hispaniarum et Indiarum Rex. Las nuevas cecas (Méjico, Santo Domingo, Santa Fe, Lima y Potosí) acuñarían sobre todo plata dado que las emisiones en oro no se producirán hasta el reinado de Carlos II (1675).

El coste de las empresas internacionales iniciadas por la monarquía hispana y la necesidad de recurrir al crédito de banqueros y prestamistas europeos, donde acabarán buena parte de los metales preciosos americanos, terminarían lastrando el poder político de un imperio en cuyos dominios no se ponía el sol. En parte por esas dificultades y en parte por evitar la continua salida de los ducados de los Reyes Católicos, de mejor calidad y peso que la moneda europea contemporánea, se paralizó la acuñación de aquellos, rebajando la ley mediante la adopción del patrón del escudo para el oro, tomado de la moneda francesa. El nuevo tipo incorporaría la cruz de Jerusalén en los reversos, que se mantendrá inalterable hasta la llegada de los Borbones.

No obstante, la base de la circulación monetaria se sustentará en la plata y, en concreto, en la acuñación de los reales de a ocho, valorados en 272 maravedís. Con un peso en torno a 27 g. y un diámetro y grosor que superaba los delgados y ligeros ejemplares medievales, serán las piezas más apreciadas a nivel internacional, utilizadas para grandes pagos y el cumplimiento de los préstamos a los que la Corona tuvo que acudir de forma frecuente para solventar los gastos de sus empresas militares y de defensa en el Mediterráneo, Europa y el Nuevo Mundo. Debido a su tamaño, en América se les empezará a conocer como pesos duros y, más tarde, simplemente como duros, denominación que llega hasta nuestro siglo XX. Los nuevos tipos añadirán en el escudo del anverso las armas de los dominios europeos de la dinastía: Austria, el Franco Condado, Borgoña, Brabante, Flandes, Tirol y Portugal, así como las marcas de ceca, su valor y la fecha de emisión. Aun cuando se sigan fabricando a martillo y, en ocasiones de forma bastante descuidada, Felipe II introducirá en Segovia la acuñación a molino como mejora técnica destinada a acelerar la producción, que se aplicará también a las monedas de vellón. Más tarde, las casas de moneda de Cuenca, La Coruña, Valladolid, Madrid o Sevilla irán implantando el nuevo sistema conocido genéricamente como ingenio.

Con un sistema monetario universalmente reconocido y valorado en sus emisiones de oro y plata, que se mantuvieron inalterables a lo largo de los siglos XVI y XVII, los mayores problemas surgieron de la necesidad de regular y mantener el funcionamiento del mercado interior. Para ello resultaba imprescindible dotar al mismo de moneda fraccionaria y de menor valor para las transacciones cotidianas y fue aquí donde los sucesivos monarcas manipularon repetidamente la moneda de vellón, alterando o anulando en su propio beneficio su contenido en plata, estableciendo, mediante resellos y reacuñaciones, valores nominales que acabaron por generar la desconfianza de los mercados.

Así, frente a los valores intrínseco y nominal, consustanciales a la propia moneda, se acabaría imponiendo el que recibe de los usuarios, consagrando la práctica del denominado "premio", esto es, la cantidad suplementaria que se recibía al cambiar oro o plata por vellón, que llegaría a superar el 50% en el reinado de Felipe IV. Y ello a pesar de las sucesivas operaciones de recogida y desmonetización de los diversos ejemplares de maravedís, resellados o no, popularmente conocidos ya como calderilla, y a los intentos de restablecer el contenido en plata e innovar los tipos de anverso y reverso donde por vez primera aparecería el retrato del rey, hacia 1660 (conocidas como carillas). Este último recurso, lejos de conseguir los resultados esperados provocó una oleada de falsificaciones por lo que al año de su emisión se ordenó la retirada de todas aquellas fabricadas a martillo.

Los validos de Carlos II, el último monarca de la Casa de Austria, en un intento de oficializar el premio y ordenar el caótico sistema heredado de su antecesor, acometieron una serie de reformas que estabilizaran la relación vellón-plata. Así, entre otras medidas, se decidió rebajar el peso de la plata, poniendo en circulación, en 1686, un real de a 8 de 22 g. y mayor valoración en maravedís (340 en lugar de los 272 antiguos). Son las conocidas como "marías" por el anagrama del reverso, al que acompaña la invocación Protectione Virtute.

Quizás coincidiendo con una de esas operaciones de recogida de moneda de vellón destinada a su resello y devaluación, un vecino de la Murcia del siglo XVII ocultó, en un pozo de la calle San Nicolás, un número indeterminado de ejemplares de 8 y 4 maravedís, sobre todo. La mayoría de ellos, resellados en 1641, supondrían sin duda un capital nada desdeñable para su propietario en el ámbito de las transacciones cotidianas, ante las fluctuaciones de valor sufridas por el vellón de los últimos Austrias.