El final del imperio


En el 309 d.C., Constantino acomete una nueva reforma de la que surgiría una moneda de oro, el solidus, destinada a convertirse en el referente metrológico del mundo bizantino y medieval. Nuevas denominaciones en plata y otras de bronce pretendían, con escaso éxito, restablecer un sistema monetario cada vez más centrado en el patrón del oro. Las emisiones de bronce se hicieron de forma discontinua, en una serie de nominales de peso y módulo cada vez más reducido, hasta que el denominado AE4 (piezas de entre 12-16 mm. de módulo) acabaría monopolizando el circulante habitual incluso en los tesoros y conjuntos que conocemos (Algezares, Peliciego, Singla o Puerto de Mazarrón).

Los retratos se hacen cada vez más estereotipados e hieráticos y el título de imperator es sustituido por el de Dominus Noster como símbolo de las nuevas relaciones entre el gobernante y sus súbditos y el paso a una monarquía oriental. En los reversos, las alusiones a las glorias militares y a los intentos de restituir la fortaleza imperial se hacen cada vez más frecuentes y casi exclusivas frente a la delicada situación que hacia el 408 d.C. culminará con la desestructuración de la parte occidental del Imperio. Así, uno de los tipos más acuñados e imitados, tras la reforma del 348 d.C., fue el denominado FEL TEMP REPARATIO, que mostraba a un soldado derrotando o capturando a sus enemigos. La asimilación de la nueva religión tolerada desde la subida al poder de Constantino se reflejará en las monedas mediante la aparición del lábaro (estandarte con el monograma de Cristo que le otorgó la victoria en el Puente Milvio) y otros cristogramas, si bien las cruces no se harán frecuentes hasta el siglo V d.C.

En el 498 d.C., la reforma del emperador Anastasio I marcará un punto y aparte en el sistema monetario tardorromano; si bien el solidus se mantendría como pieza fundamental en el oro, se inició una novedosa serie de monedas de bronce donde el reverso lo ocupa una gran marca de valor, en numerales griegos o latinos, según su lugar de emisión, referida al nummus. La Renovatio Imperii de Justiniano dejaría huellas de este nuevo sistema en los territorios del sureste y levante peninsular, integrados como estuvieron en ese proyecto político de reconquista entre el 555 y el 620 d.C. Se ha apuntado, incluso, la posible fabricación de tremises de oro en la Cartago Spartaria bizantina junto a piezas de cobre de pequeño módulo.

Por otra parte, los reinos surgidos de este nuevo orden político y, en especial, la monarquía norteafricana de los vándalos, también acuñarán pequeñas monedas de bronce (nummi y minimi) difundidas junto a las propias piezas bizantinas o tardorromanas que, en todo caso, manifiestan la continuidad de una economía monetaria básica para aquellas transacciones de escaso valor. El conjunto hallado en una tumba de la necrópolis de La Molineta (Puerto de Mazarrón) constituye un buen ejemplo de la circulación monetaria de este mundo tardío que aún conservaba un evidente nivel de intercambios comerciales de productos y bienes de consumo.

Otro de los reinos surgidos tras la caída del Imperio Romano de Occidente, el visigodo, emitió primeramente monedas de oro de imitación tardorromana y bizantina, como solía ser habitual, para, posteriormente, acuñar trientes (1/3 de sólido) como único numerario, si bien se ha planteado la existencia de otras emisiones de pequeñas piezas de cobre acuñadas en distintas cecas peninsulares. Las toscas imitaciones de los retratos imperiales fueron sucedidas por trazos apenas reconocibles de los monarcas y sus sucesores, con la indicación del lugar de la acuñación.