Bajo el poder de Roma. El mundo romano-republicano


Roma había basado sus primeras emisiones en piezas muy toscas de bronce, desde el denominado aes rude, bloques informes a los que posteriormente se les añadiría una marca, el aes signatum, hasta los primeros ejemplares de monedas así consideradas, también de gran tamaño, para las que se utilizó la técnica de la fundición, el aes grave. Con el peso de una libra (327 g.), el as sería su unidad y hacia el 225 a.C. se estamparía un diseño característico que se mantendría a lo largo de toda la República romana. Así, dependiendo del valor de la pieza (as-semis-triens-quadrans-sextans y uncia), éstas contarán en el anverso con una iconografía propia (Jano, Saturno, Minerva, Hércules, Mercurio y Roma) junto a la indicación de la marca de valor, esto es, su equivalencia respecto de la unidad. La proa de nave del reverso se ha interpretado como una probable alusión a la victoria naval sobre la liga latina en Anzio (338 a.C.).

El sistema de la libra romana de bronce, dividida en 12 unidades, se mantendrá en la amonedación creada tras el aes grave, a pesar de la pérdida de peso y los sucesivos patrones metrológicos empleados. A partir del siglo II a.C., al igual que en la plata, al topónimo ROMA como única leyenda inicial, se añadirán diversos símbolos, monogramas y otras leyendas alusivas al control de la acuñación y a los magistrados (triunviros monetales) responsables de la misma. Con este cargo, instaurado para algunos hacia el 289 a.C. y, para otros, coincidiendo con la introducción del denario (h. 211 a.C.), se iniciaba el cursus honorum o la carrera política que conducía al Senado.

En la plata, al margen de las primeras emisiones acuñadas siguiendo el patrón estilístico y metrológico del mundo griego del sur de Italia, en plena II Guerra Púnica (hacia el 211 a.C.), Roma crea lo que será su moneda más característica, el denario, con sus divisores, quinario (1/2) y sestercio (1/4). Como peculiaridad hay que resaltar que su valor de referencia será siempre el bronce, y así la marca X hará alusión a diez ases (de ahí su denominación), V a cinco ases y IIS a dos ases y medio, respectivamente. En sus inicios, el sistema del denario contará, al igual que en el bronce, con un diseño particular e invariable para las tres denominaciones, donde sólo la marca de valor y el propio tamaño de las piezas indicaba su diferencia: cabeza de Roma en anverso y Dióscuros a caballo en reverso. Una vez más, la elección iconográfica finalmente adoptada por la República romana vuelve a estar cargada de simbolismo al representar a los gemelos (Cástor y Pólux) que contribuyeron decisivamente a la victoria sobre los latinos en el lago Regilo. Pero desde mediados del siglo II a.C. vemos cómo en ambos lados de la moneda comienzan a estamparse las más variadas tipologías relacionadas con divinidades, personajes y animales mitológicos o tradiciones y leyendas itálicas. Muchas de estas imágenes se vinculan con miembros de la gens, antepasados o familiares de los magistrados encargados de la acuñación, cuyos nombres también comienzan a figurar; no así sus retratos, por cuanto la prohibición de representar a personajes contemporáneos se respetaría hasta la época de Sila para, a partir del I Triunvirato (César-Pompeyo-Craso), convertirse ya en habitual como preludio de la instauración del Principado de Augusto.

Si bien nuestra región se mantuvo al margen de las revueltas y episodios vinculados a la primera fase de asentamiento del dominio romano, que sacudieron otros puntos de nuestra península, no debió suceder así con las dos guerras civiles que vaticinaban el fin de la República romana. Las fuentes escritas, aunque no demasiado explícitas, mencionan Carthago Nova como uno de los puertos utilizados por los diferentes bandos en conflicto; por otra parte, la situación de nuestra región en el itinerario que une el Levante y la Alta Andalucía, los dos frentes en que se desarrollaron los enfrentamientos, probablemente pueda explicar las razones de la ocultación de algunos de los tesoros de denarios fechados en estos momentos. Una circunstancia puesta de relieve recientemente por las investigaciones arqueológicas desarrolladas en diversos enclaves del campo de Caravaca. Se trata del tesoro de Las Somblancas de Jumilla, integrado por más de 600 piezas, de época sertoriana (hacia 74 a.C.), y del tesoro de La Grajuela (San Javier), con 523 monedas, fechado poco antes de la contienda entre César y Pompeyo. Se conoce, igualmente, una referencia antigua a un tesoro de más de mil ejemplares, hallado en Fuente Álamo, vinculado tal vez a este último episodio. En los dos primeros se constata un dato habitual en otros tesoros peninsulares acerca de lo que debió ser un aprovisionamiento regular de plata romanorepublicana, sobre todo entre el final del siglo II a.C. y los inicios del siglo I a.C.

Por el contrario, pocos son los testimonios de la moneda de plata que, desde mediados del siglo II a.C., bajo control y metrología romana, se acuñó con leyendas en alfabeto ibérico y una tipología propia: cabeza varonil en anverso y jinete armado (lanza, espada, escudo, palma, etc.) en reverso. Ninguna de las cecas ibéricas identificadas hasta el momento se ubicó en nuestra región y aún hoy sigue abierto el debate en torno a las auténticas razones y finalidad de este tipo de acuñaciones en plata y bronce (prestigio, pagos administrativos o militares, etc.). Más frecuentes resultan, sin embargo, los hallazgos de moneda ibérica de bronce, procedente sobre todo de cecas del entorno más cercano, vinculadas a las vías de comunicación (Arse, Saitabi o Cástulo), pero también de otras más alejadas como Kese o las ciudades del valle del Ebro y andaluzas (Gadir).