Demográficas


Es indudable que en un primer momento las repercusiones demográficas fueron importantes. En lo que respecta a las seis villas del Valle la recuperación fue bastante aceptable en un primer momento. Hay que tener en cuenta una generosa repoblación a base de cristianos viejos venidos de muy diversos lugares para contraer matrimonio con moriscas. Muchos de estos matrimonios quedaban aplazados hasta que las niñas tuviesen edad suficiente, pero los prometidos o sus padres pasaron a gozar inmediatamente de firmarse los conciertos de los bienes raíces, muebles e inmuebles, incluidos los esclavos. También, como es natural, de sus oficios concejiles perpetuos y de algunas escribanías. Muy pocos de estos matrimonios no llegarían a realizarse. Tal es el caso de Sebastián de Arce que había de casar con María López, hija de Juan Hurtado. Como la boda no se celebró, el padre, de nuevo en Villanueva, anuló en 1625 la donación de bienes que entonces hiciera.

Los numerosos niños que quedaron en poder de familiares o de cristianos viejos, conforme alcanzaban la mayoría de edad volvían a sus lugares de origen y recobraban los bienes, ya que sus respectivos tutores los recibieron para gozarlos solamente en el ínterin. También fueron regresando al Valle la mayor parte de los expulsados. En principio serían molestados con frecuencia, e incluso algunos condenados a galeras, pero a partir de 1622 no tuvieron grandes problemas. Muchos adquirieron reales provisiones declarándoles cristianos viejos, y por tanto no comprendidos en los reales bandos, lo cual fue realmente sencillo cuando disponían de bienes.

Aquellos que huyeron a la sierra también iban regresando. Su alejamiento no era total, e incluso con la connivencia de la mayoría podían administrar sus bienes. Buena prueba de ello es el documento que en 11 de septiembre de 1622 se otorga "en el campo yermo y despoblado, pago del Montagel, bajo el garrofero de Antón López, vecino de Ojós, término de Ricote". Hasta allí acudió Fulgencio de Buendía, escribano de Ojós, y en su presencia, su convecino Bautista Pérez manifestó que en 1620 se subastó la hacienda de Pedro Amadeo, vecino de Murcia, que tenía comprada a su Majestad de bienes de expulsas, por deber al monarca 800 rs. En cuyo precio la adquirió el otorgante. Manifiesta ahora que la compra fue para y con dineros de Pedro Tomás y Francisco Banegas, por lo cual se las restituye.

El problema demográfico en el Valle se agudizó después debido a que los vecinos, más pobres que antes, no podían soportar la presión fiscal, pese a algunas concesiones hechas en dicho sentido. Muchas propiedades habían pasado a manos forasteras (hidalgos y manos blancas) que no contribuían a las cargas concejiles. Esta situación hay que unirla a la inseguridad en que se vivió durante varias décadas, provocadora de una reducción drástica en los nacimientos. El éxodo a otros lugares se generalizó, siendo los lugares de destino, en general, el reino de Valencia, zonas de Andalucía y lugares de la Huerta de Murcia.

Si sumamos la peste de 1648 y la riada de 1651, en Villanueva muchas de las haciendas quedaron perdidas y sin panificar. En los años de 1640 a 1651 la población bajó de 90 a 18 vecinos. La situación era muy similar en las restantes villas. En el resto del reino de Murcia también se notó demográficamente. En 1617 un procurador de Murcia dijo en Cortes, que además de las 970 familias que habían faltado en la capital, había repercutido en la cosecha de seda, "por ser como era gente de trabajo y que tan bien la entendía", se habían despoblado 22 lugares de su partido.