Abastecimiento

   Al igual que ocurre en la actualidad, la captación, conservación y gestión del agua en las ciudades musulmanas del sureste peninsular durante la Edad Media estuvo cuidadosamente planificada. Los recursos hídricos ocupaban una parte primordial dentro de la cultura y la vida diaria debido a varios factores, entre ellos:

-Rituales religiosos como las abluciones, obligatorias antes de llevar a cabo la oración, en los que necesitaba el agua de reposaderos y aguamaniles para su lavado purificador.
-El servicio de los baños, instalaciones imprescindibles en las ciudades islámicas medievales por su función social, ritual e higiénica.
-El cultivo de las tierras que rodean la vega del Segura.

   En época medieval islámica, el cauce del río Segura discurría relativamente caudaloso, alimentando acequias y regando las huertas. No obstante, el caserío se construyó en un cerro elevado para su mejor defensa, por lo que también era importante la recogida de los aportes pluviales. Para ello se realizaron, al menos, dos grandes aljibes: uno en el poblado y otro en el interior del recinto inferior de la alcazaba o albacar, conocido por los ciezanos como Baño de la Reina.

   En el caserío existían, además, dos fuentes intramuros alimentadas por un manantial natural o por una mina. Otros manantiales cercanos quedarían ya en el exterior, en la rambla de Yarza. Es posible que el abastecimiento general se realizara a través del transporte a cargo de particulares o de aguadores profesionales desde las acequias o fuentes, incluso desde el propio río, siendo almacenada en grandes tinajas ubicadas en las cocinas y en los cuartos de abluciones o tinajeros.

   Sistema de evacuación

   Los desagües de las letrinas situadas en el interior de las viviendas iban a parar, mediante pequeñas canalizaciones, al precipicio o a pozos negros excavados bajo ellas y bajo la calle. Los pozos negros solían ser saneados por los poceros que utilizaban estos residuos como abonos en huertos y jardines. Se construyeron en una maciza mampostería para que sólo se filtraran los líquidos, reteniendo los residuos sólidos, evitando de esta forma cualquier inestabilidad del terreno. La cubrición se realizaba mediante lajas de piedra.

   Las aguas de lluvia se recogían desde los tejados de las viviendas directamente a sus patios y desde ahí las sobrantes se dirigían a un sumidero ubicado en un ángulo de la cota más baja. Para descender el agua de las terrazas hasta el patio también se utilizaban bajantes fabricadas con tubos cerámicos embutidos en el interior de algunos muros. Una vez en el piso, el agua se canalizaba mediante atarjeas subterráneas que, con frecuencia, podían atravesar el propio inmueble y el anejo hasta la calle. Estos desagües eran independientes de los de las letrinas y pozos negros, al objeto de evitar el rebosamiento de los segundos debido a lluvias copiosas. Únicamente en las casas donde las letrinas desembocaban directamente en el precipicio los conductos estaban unidos.