La Bastida era un poblado que dominaba un amplio territorio con unos recursos naturales abundantes: cursos de agua, bosques, fauna y flora diversa, filones de cobre y terrenos aptos para el cultivo y como pastos. Esta circunstancia favoreció el crecimiento de la economía y de su población, que llegó a ejercer un férreo control sobre su entorno y a convertirse en una de las más numerosas de la cultura de El Argar.

  La economía de La Bastida era principalmente agropecuaria, aunque sus habitantes también se dedicaban a otras tareas especializadas, como la fabricación cerámica y textil, la minería y la metalurgia. Estas últimas están bien documentadas arqueológicamente, ya que el poblado ha proporcionado  numerosos indicios, que ilustran el largo proceso de laboreo del metal: escorias de fundición, mineral de cobre, un taller de fundición (el departamento XI-XXI de Santaolalla), pozos con cenizas, pilas para el lavado de mineral y moldes.

  El área de captación primaria de recursos y de influencia de este poblado se extendería por un radio de 5 kilómetros, abarcando las estribaciones de Sierra Espuña, la comarca de Aledo, La Manilla, Sierra de La Tercia, las ramblas de Los Arcos y de Los Molinicos, los terrenos llanos de Totana y parte del Valle del Guadalentín, con múltiples posibilidades de caza, recolección, pastoreo, agricultura y minería.

  Los recursos económicos en la sociedad argárica parecen estar controlados por unas jefaturas que incrementan las diferencias sociales y manifiestan una marcada tendencia a la acumulación de riqueza. Estos líderes controlarían la producción agrícola y ganadera, el riego de la tierra, las rutas de intercambio y comercio, los bienes de lujo y el acceso a los recursos.