Detalle de una vivienda de La Bastida [La Bastida de Totana]
Detalle de una vivienda de La Bastida
Planta del Departamento XI [La Bastida de Totana]
Planta del Departamento XI


  Uno de los debates abiertos sobre la cultura argárica gira en torno a su organización social, ya que se trata de una sociedad jerarquizada y de jefatura situada en el umbral entre las sociedades que dejan de ser primitivas y pasan a ser preestatales o estatales. El carácter jerárquico de esta sociedad aparece bien representado en la necrópolis de La Bastida, carente de homogeneidad y provista de diferenciación entre los ajuares, marcando los contrastes en cuanto a sexo y estatus. Mientras que en algunos enterramientos los individuos carecen de ajuar, en otros reúnen un abundante conjunto de elementos: cerámicos, de cobre, plata y oro.

  Una de las principales incógnitas reside en si debemos hablar de Estado argárico o de una serie de estados, con todo lo que supone en cuanto a organización, jefaturas, excedentes de producción y tránsito de mercancías a través de redes de comercio. Ello se debe a que la extensión de la cultura de El Argar es tan amplia, que parece poco probable que pudiera haber sido controlada desde una sede central, en la que residiría la autoridad suprema. En el caso de que fuese un Estado habría que analizar el sistema tributario y administrativo en que se sostendría, así como el carácter de su organización territorial y el tipo de autoridad delegada en cada uno de los muchos sectores o provincias, en los que se vería obligado a dividirse. En el supuesto de hablar de diversos estados argáricos sería sumamente interesante estudiar el carácter de las relaciones entre ellos.

  Autores como García Sanjuán afirman que el sistema tributario y los líderes de estos estados argáricos acusaban cierta debilidad y las relaciones entre ellos estarían dominadas, en ocasiones, por los enfrentamientos económicos, ideológicos o sociales. El gran número de armas halladas en yacimientos argáricos, así como las frecuentes obras defensivas en los núcleos de población indican que no fue una etapa pacífica de la Historia. La ideología imperante en esta sociedad aristocrática y guerrera refuerza esta teoría, especialmente si tenemos en cuenta que parece probada la existencia de una clase de guerreros bien armados. Se trataría de una autarquía, liderada por jefaturas poderosas que ejercían su poder bajo una carga ideológica fuerte, en la que el acatamiento de la población a sus líderes se situaba a la cabeza de la normativa.

  Es probable que ciertos aspectos del mundo funerario tuvieran el mismo cometido ya que el hecho de que los espacios domésticos se convirtieran en panteones familiares parece responder a una intención de reforzar el poder hereditario de la clase, garantizando la continuidad del clan familiar y la reputación de sus miembros vivos. El ritual funerario de El Argar aparece como una de las más firmes evidencias de su fuerte carga ideológica, destinada esencialmente a reforzar las bases de su peculiar estructura. Este modelo social fue capaz de perpetuarse a lo largo de casi un milenio, promoviendo notables logros tecnológicos y urbanísticos, aunque en otros aspectos culturales, como las manifestaciones artísticas, sólo obtuvieron logros limitados.